¿Qué pasó ayer?
Una muy simpática y efectiva comedia de enredos románticos y policiales para estes segundo largometraje del director de Judíos en el espacio.
Un largo camino debió recorrer Gabriel Lichtmann desde que presentó su ópera prima, Judíos en el espacio (2005), hasta concretar su segundo largometraje. La espera de una década valió la pena, ya que se trata de una comedia policial (o “thriller neurótico”, como se la promociona) hecha con más ingenio y entusiasmo que recursos de producción. Pero el director no necesita excusas: Cómo ganar enemigos se sostiene razonablemente bien en todas las áreas y constituye, así, una de las pequeñas sorpresas del año dentro del cine de género.
En la película conviven elementos que remiten a Derecho de familia, de Daniel Burman (sobre todo por la jerga y la dinámica de abogados en el marco de las relaciones familiares), a las comedias de enredos de otro egresado de la FUC como Ariel Winograd; a los referentes esenciales del humor judío y a la literatura policial de Agatha Christie y Patricia Highsmith.
El protagonista es Lucas Abadi (Martín Slipak), quien trabaja en un estudio jurídico con su hermano mayor Max (Javier Drolas) y su cuñada Paula (Eugenia Capizzano). Metódico, obsesivo, algo solitario y un poco neurótico, nuestro anithéroe conocerá en un bar de Tribunales a Bárbara (Inés Palombo), una joven atractiva y desenfadada con quien compartirá al poco tiempo una noche de placer. Claro que a la mañana siguiente descubre que el dinero que guardaba en su casa para comprar su primer departamento ha desaparecido. Convencido de que alguien lo “vendió”, inicia una detectivesca búsqueda que incluirá la ayuda de una bibliotecaria llamada Ana (la hoy de moda Carla Quevedo). También se destacana dentro de un elenco muy sólido (Lichtmann les da a cada uno momentos para su lucimiento incluso dentro de una narración de apenas 75 minutos netos) Sagrado Sebakis como el amigo-confidente Pelícano, Fabián Arenillas y Gabriela Izcovich, entre otros.
Diálogos punzantes, vueltas de tuerca que en la mayoría de los casos funcionan, un ritmo vertiginoso y un final a toda fiesta (una versión muy modesta de Relatos salvajes) son los argumentos que tienen Lichtmann para construir una película lúdica, liviana y fluida. Para tener en cuenta.