Policial narrado con pulso clásico
El género policial es el terreno dentro del cual se construyen la mayoría de las grandes producciones del cine nacional. De ahí suelen surgir también los mayores éxitos de taquilla, al menos desde el advenimiento de 9 Reinas (Fabián Bielinsky, 2000), película que estableció un star system local que durante muchos años fue habitado únicamente por Ricardo Darín. Es a ese género al que también apuestan otras producciones de menor envergadura para intentar dar el golpe. Cómo ganar enemigos, de Gabriel Lichtmann, se ubica dentro de esa categoría y a priori reúne todas las condiciones necesarias para seducir al gran público. Excepto una, claro: Ricardo Darín.Policial narrado con pulso clásico, Cómo ganar enemigos incorpora con inteligencia algunos elementos de comedia y hasta se permite una pátina de costumbrismo bien entendido. Que Lucas, el protagonista, sea un joven pero erudito abogado y que la historia tenga entre sus escenarios principales el Palacio de Tribunales, sus cafés y bares aledaños, y el buffette legal que comparte con su hermano mayor no hacen sino remitir a otros populares policiales argentinos, de Cenizas del paraíso (Marcelo Piñeyro, 1997) a la omnipresente El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009) pasando por Carancho (2010) de Pablo Trapero. Pero el film de Lichtmann está narrado sin las intenciones trágicas (y solemnes) de esas tres películas, con un tono más afín a la gran ópera prima de Bielinsky. Acá también hay una estafa, sólo que en lugar de poner a los delincuentes en el rol protagónico se le cede ese lugar al estafado. El propio Lucas deberá descubrir por sí mismo quién de su entorno es el responsable intelectual detrás de la chica que lo sedujo y le robó los dólares que iba a usar para comprarse un departamento.Cómo ganar enemigos no pretende ser más grande que la realidad. Entre sus premisas no hay lugar para la épica del héroe de acción ni para la del delincuente romántico y arriesgado, sino más bien lo contrario. Se trata de un policial instalado en la estética de lo cotidiano, construido de gestos y miserias más bien realistas, más cercanas a las que puede producir o padecer cualquier hijo de vecino que al imaginario del cine industrial. Acá si alguien se enoja y le pega una piña a la pared, lo que ocurre es que se rompe la mano. Y eso no está mal: Cómo ganar enemigos despierta interés a partir de construir una intriga genuina, que Lichtmann sabe dosificar y sostener. Como es menester en los buenos policiales, el director (y guionista) hace que las habilidades lógicas del protagonista como abogado y lector de Agatha Christie y Patricia Highsmith sean las herramientas fundamentales para hacerles frente no sólo al crimen sino también a la familia y los amigos. Dos cosas bien distintas, pero que a veces tienen en común bastante más de lo que parece.