Robó, huyó y la pescaron
Lucas es un abogado que trabaja subempleado en el estudio jurídico familiar que lidera su hermano mayor desde la muerte de los padres. Lucas es romántico, enamoradizo e idealista, amante de las novelas policiales. Como tiene previsto comprar un departamento ese día ha realizado una extracción bancaria de una suma elevada, la cual guarda cuidadosamente en la casa paterna, donde pernocta ocasionalmente, y está a cargo actualmente de su hermano. Pero esa noche conoce a una muchacha por la cual siente una inesperada afinidad e intereses en común. Luego de la cena la lleva a su casa. A la mañana Lucas descubre que la mujer lo ha drogado y le ha robado el dinero. Convencido de que este no es un hecho accidental o aislado, sino que lo han marcado para robarle el dinero, comienza la pesquisa policial que concluirá con el descubrimiento del autor intelectual.
El film presenta un comienzo prometedor desde su estrategia enunciativa: arranca con la fiesta de casamiento de su hermano Camilo, en el momento en que éste pronunciará un discurso que ha sido escrito por Lucas. Esta escena que se interrumpe en el momento en que Camilo advierte que su hermano le ha cambiado el discurso para dar lugar a un largo flashback que revelará los resortes de la historia que han llevado a Lucas a querer arruinar la boda de su hermano.
El flashback está organizado en 6 capítulos. Si bien el ritmo del relato consigue sostenerse a lo largo de la película, la marcada previsibilidad del evento desencadenante (engaño y robo por parte de la mujer que seduce a Lucas) e incluso el develamiento hacia el final de quien ha encargado el robo, entorpecen significativamente la potencialidad dramática del argumento.
Cuando un policial afronta el asunto de la identidad de un criminal, tiene en principio dos alternativas: o jugar la carta de la sorpresa hacia el final de la trama o jugar la carta del suspense; es decir, o el espectador y el protagonista se sorprenden por igual ante el desenmascaramiento, o el espectador se entera de antemano de esta información y entonces lo interesante es cómo y de qué manera se entera el personaje y cómo el criminal manipula cínicamente al héroe. En otras palabras, o se desarrolla una estrategia en torno a la sorpresa en torno al desenlace, o se desarrolla la psicología de los personajes. El problema del film que nos ocupa es que no juega ninguna de las dos, ni propone una tercera alternativa compensatoria. No puede pretender sorprendernos, pues desde la primera escena sabemos que hay un conflicto entre Lucas y el hermano, así como sabemos que el hermano es una persona que no tiene problemas en moverse en el lado ambiguo de la ley. Lo mismo ocurre con el evento de la seducción y el robo, donde hay demasiada información como para no advertir las verdaderas intenciones de la mujer: demasiadas coincidencias; Lucas que la deja sola en el sofá mientras va a buscar una novela, y ella que lo recibe con dos tazas de café, etc. La conformación de toda la escena es demasiado pueril y cliché como para distraernos y no auto enunciarse como lo que es.
La carta del personaje no se juega fundamentalmente porque el relato ha decidido, por un lado, no ahondar en las psicologías de los personajes, proponiendo caracteres excesivamente lineales. Las características quijotescas de Lucas lindan con la caricatura, y se nos presenta como un muchacho que es bueno hasta la idiotez. En las antípodas de este personaje, su hermano es un aprovechador, un corrupto, un inescrupuloso que no ha tenido inconvenientes en estafar a su propia madre viuda, etc.
A esto se suman dos defectos, uno narrativo, y el otro vinculado con lo estrictamente actoral. El problema narrativo es el desaprovechamiento de la dimensión melodramática que la trama parece pretender en un comienzo, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un personaje romántico e idealista y que no ha estado con una mujer desde varios años. Si bien Lucas se desengañará rápidamente de que la mujer que lo ha fascinado ha sido un espejismo, el relato podría haber explotado ese folclore tanguero de la mina chorra.
Lamentablemente, la escena con el hijo pequeño minan la posibilidad de tratar la frialdad y la sordidez de la fémina. Igualmente desaprovechado está el papel de Carla Quevedo, que bien podría haberse integrado más orgánicamente como una trama secundaria en la que delimitara más visiblemente una línea romántica. Como no se ha hecho, y puesto que el relato prácticamente adolece del suspense necesario que un policial como este tipo de casos demanda, la propuesta naufraga desde el punto de vista narrativo. En cuanto al problema actoral, la actuación inverosímil y anodina del personaje principal resta mucha potencia dramática, sobre todo en los momentos claves del relato, tales como sus dos confrontaciones con quienes lo han engañado: la muchacha y su hermano.