La nueva película de la dupla conformada por el director Marcos Carnevale y el protagonista Adrián Suar (ambos además coguionistas del proyecto) estuvo a pocos días de ser lanzada en marzo pasado en los cines argentinos, pero su estreno fue cancelado a último momento por la pandemia del Coronavirus y terminó siendo adquirida por Netflix. Este flamante trabajo de los responsables de El fútbol o yo luce siempre fuera de registro tanto en su incursión en el género de la comedia de enredos como en su mirada dominada por la misoginia, los lugares comunes y los estereotipos. Cine elemental y desteñido.
Cuesta creer (y entender) que Carnevale y Suar hayan escrito a cuatro manos una película como Corazón loco, en la que nada funciona como pretenden. El problema principal, de todas formas, no es que sea una comedia sin gracia ni timing, con gags torpes, situaciones forzadas, personajes desdibujados o actuaciones fuera de tono. Es una historia construida desde una mirada que atrasa y que muy probablemente irrite (con toda razón) a muchísimas mujeres.
Entre imágenes capturadas con drones (puro regodeo) y constantes PNTs (estamos ante uno de los ejercicios de product placement más burdos que se hayan visto en mucho tiempo), Corazón loco nos sumerge en la dinámica de Fernando Ferro (Adrián Suar), un traumatólogo que lleva una doble vida (literal): de lunes a jueves, convive desde hace 19 años en Mar del Plata con su esposa Paula (Gabriela Toscano), una maestra jardinera, y dos hijas adolescentes; mientras que de viernes a domingo su pareja en CABA es Vera (Soledad Villamil), una especialista en nefrología con la que está desde hace casi una década y con la que tiene un hijo de cinco años.
Mentiroso compulsivo, pero al mismo tiempo un tipo de buen corazón y mejores intenciones, Fernando para siempre en su camino de ida (o de vuelta) en la ruta 2, cambia de auto y se convierte en el marido ideal para la mujer de turno: la sumisa, ingenua y tradicional Paula o la más moderna, enérgica y exigente Vera (aquí no hay lugar para grises, matices, todo está trabajado con opuestos siempre subrayados).
Pero todavía falta lo peor: cuando tras un accidente la farsa se derrumbe ambas mujeres sumarán fuerzas para la venganza. Los personajes femeninos se convertirán entonces en sádicas revanchistas, mientras que el atribulado bígamo Fernando (con el que seguiremos empatizando tras sus múltiples pedidos de disculpas) se transformará en víctima.
Ni al peor Enrique Carreras de los años '80 se le podría haber ocurrido una historia tan pobre, maniquea y elemental como la que rodó el director de Elsa & Fred, Tocar el cielo, Anita, Viudas, Corazón de León, El espejo de los otros, Inseparables, El fútbol o yo y No soy tu mami. Suar, un actor de indudable popularidad con títulos como Un novio para mi mujer, Me casé con un boludo y Dos más dos (aquella historia de swingers luce de una audacia suprema en comparación con esta exploración del “poliamor”), construye uno de los papeles más desteñidos y monocordes de su carrera. Peor aún resulta la suerte de Soledad Villamil y Gabriela Toscano, dos muy buenas actrices (cuando tienen personajes a su altura y son cuidadas desde la dirección) que aquí están sometidas por un film dominado por los prejuicios, los estereotipos y un machismo que ya parecía perimido en el cine argentino.