Celebración de la palabra y el gesto
Tratando de alejarse, radicalmente, y en diversos sentidos, de las convenciones de las adaptaciones literarias al cine, Daniel Rosenfeld -director de las notables Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos y La quimera de los héroes- apuesta en Cornelia frente al espejo, su primer largometraje en nueve años y el primero que puede considerarse estrictamente como ficción, a presentar el cuento de Silvina Ocampo en el que se basa la película como una serie de tensas y opresivas conversaciones, escenas que nunca intentan negar su origen literario en busca de una “ilustración” del texto, sino que -un poco a la manera del cine de Manoel de Oliveira- deja claro y presente ese origen, respetando cada coma del libro original.
No es casual que para contar esta historia -acerca de una mujer (Eugenia Capizzano) que llega a una casona con intenciones de suicidarse, pero a la que distintos encuentros en el lugar parecen impedirle cumplir con su cometido-, haya preferido elegir escenarios enrarecidos. Es que, acaso, ese cometido ya lo cumplió y lo que vemos sean figuras espectrales de esta “nueva vida”. Leonardo Sbaraglia, Rafael Spregelburd y Eugenia Alonso encarnan a esas extrañas figuras que desvían el camino de Cornelia quien, como el título “lewiscarolliano” del cuento -y del film- deja en claro, puede no estar hablando con quien cree estarlo.
Esa atmosfera casi surrealista se ve reforzada por la música del compositor chileno Jorge Arriagada, gran colaborador de Raúl Ruiz, otro cineasta con el que este film dialoga. La cámara de Matías Mesa y la muy ajustada performance de los actores son elementos que se suman a un largometraje que, encima, les presenta la doble dificultad -por decisión del director y su coguionista, Capizzano- de decir los textos de Ocampo tal cual están en la página, sin cambiar nada.
Pese a ser una película opresiva, por momentos, y no del todo sencilla de asimilar, Cornelia frente al espejo muestra un enorme riesgo formal y una búsqueda inusual para la lógica y los parámetros habituales del cine argentino. Un cruce entre el cine, la literatura y algo que se parece al teatro que no se ubica, fácilmente, en ningún casillero predeterminado.