Fantasmas en la casa
La película, basada en los relatos de Silvina Ocampo, cuenta la historia de Cornelia (Eugenia Capizzano), una mujer joven, que vuelve a la casa de sus padres, para suicidarse. Durante su estadía en la casa, Cornelia se encuentra con diferentes personajes, y a través de ellos vamos conociendo su historia, y sus reflexiones.
La muerte y el suicidio son temas centrales en los diálogos que Cornelia sostiene con los demás personajes, una mujer (Eugenia Alonso), un ladrón (Rafael Spregelburd), una niña que apenas llega hasta la puerta, y un policía (Leonardo Sbaraglia).
La historia es suave, onírica, de a poco nos damos cuenta que ya no estamos en la realidad, es como si la casa nos transportara en el tiempo, en el espacio. La casa es un personaje más de esta historia, y es allí donde se da el paso entre la vida y la muerte.
Con una estética exquisita, cada detalle de la casa nos va contando algo, una caja fuerte, una llave que no aparece, y otros objetos que fueron parte de la vida de la protagonista, y que tienen un peso importante en la historia.
Mas allá de la estética tan detallista y cinematográfica, el exceso de diálogos la torna muy teatral, y un tanto opresiva. Así por momentos termina resultando un poco lenta, con algunos tintes aristocráticos que la acartonan un poco, y la hacen no del todo accesible.
Las actuaciones son excelentes, sostienen muy bien los largos diálogos, especialmente Eugenia Alonso, y Eugenia Capizzano, quien lleva sobre sus hombros todo el peso de la historia, de manera satisfactoria.
La música está a la altura de lo estético, y aporta lo necesario para llevarnos entre la realidad y los sueños, mientras escuchamos las reflexiones de estos personajes, entre reales e imaginarios, que nos llevan de un lado al otro del espejo, mostrándonos la vida y la muerte, y la doble cara que tiene la mayoría de las cosas.