Vanesa y Joaco se han separado. Él le ha sido infiel y ella le ha revisado los chats privados de él. Entre reclamos y discusiones, ambos deciden que a pesar de todo seguirán adelante con el proyecto de escribir una película. En ese aspecto, ambos se necesitan. Pero las cosas se mantienen tensas. Vanesa comienza a plasmar en un cortometraje lo vivido en su pareja, lo que la ayuda a atravesar la ira y la depresión de la separación.
La película es cine dentro del cine y a la vez la historia de una pareja que es contada a través de una ficción que es también el centro de este largometraje. Largos planos para narrar completas cada una de la escenas no tienen justificación alguna. Los diálogos no son ni profundos, ni divertidos, ni interesantes. Las visitas a terapia de Vanesa son un show de lugares comunes que dan vergüenza. Es posible que ese sea el universo de los personajes. Hablando todo y confiando en un terapeuta idiota.
El cierre de aprendizaje y felicidad, de catarsis completa, es tan forzado y obvio que solo puede ser motivo de alegría para la protagonista. Y, si todo es tan obvio como parece, también lo es para la directora.