Reivindicar la sangre
Podemos convenir sin temor al error o a ser acusados de despreciar el género, que el cine de terror no se ha especializado -sobre todo en estos últimos tiempos- en crear atmósferas o climas sin caer en el golpe barato, en el shock de feria.
Quizá por eso, la llegada a la pantalla grande de Criatura de la noche es tan significativa, provoca tanto entusiasmo en quienes creemos que el horror filmado es mucho más que la inocuidad de Paranormal Activity o los sacudones de sonido de las producciones del más rancio Hollywood actual.
La historia transcurre en un pequeño pueblo sueco, al que una niña (Lina Leandersson) y un hombre mayor llegan para recluirse en un departamento. Los motivos no tardan en aparecer: él sale a cazar comida para la pequeña, un vampiro que nunca dejará la pubertad. Como vecino ella tiene a un niño-problema (Kåre Hedebrant), el centro de los pesares en el colegio, el menor con cara de extraviado que hace honor a su aspecto.
Ambos peques se hacen amigos una noche de soledades compartidas junto al edificio, donde cada uno mide a su interlocutor, en un dueto de palabras, silencios y dolores no compartidos. Alcanzan unos minutos para que ambos caigan en que los une un lazo tan invisible como poderoso. El pacto está sellado.
Tomas Alfredson eligió la gran novela de John Ajvide Lindqvist y contó nada menos que con el guión adaptado por su propio autor, lo cual le da un extra a un film que elige la formalidad de un camino más cercano a las formas del cine de autor que a las señas del terror made in USA.
Hay mucho de cine negro, hay un anclaje en el expresionismo alemán, una mirada que parece heredada de Bergman a la vez que conectada con el nacimiento del subgénero de los vampiros, Nosferatu tal vez, pero apenas como para darnos un indicio de por donde se han izado las banderas, nada más.
Hay una profunda tristeza en esta criatura de la noche que con acertada sutileza fue bautizada originalmente "Déjalo entrar", lo cual de por si es una muestra de la acabada marca de autor de su creador y de su padre en fílmico. El derrotero de la niña vampira, salvaje, desesperado, terminal, urgente, ve en ese niño raleado de todo un vehículo del que sin embargo no se aprovecha. La ¿bestia? establece un vínculo de sangre que va más allá de los colmillos, más allá del nexo víctima-victimario; hay aquí amor, y en toda la fatalidad del término, en toda la pobilidad trágica que conlleva la idea de amor entre dos.
La estética que le dio Alfredson a su opus escapa a los clisés tanto como a la negación del género. Los primeros minutos nos muestran a ese hombre casi esclavizado por esa no-niña, en busca de un cuerpo al cual desollar cortarle el cuello y extraerle la sangre vital para la sedienta que espera. También tenemos a la criatura en acción, atacando en la oscuridad de la noche. La cámara nos la muestra despojada de todo glamour vampírico; clavando los dientes, escapando y regodeándose tristemente con la nueva sangre pero desde una áspera angustia. Aunque también, claro, hay espacio para el ajusticiamiento en nombre de la amistad. Pero esa es otra parte de la historia.
Con más demora de la presumible, a la vez que como broche de un año que, más allá de lo nuevo de Sam Raimi y algún otro título, no tuvo grandes exponentes del horror, Criatura de la noche llega como para marcar territorio en un género que parece entregado a la banalidad de la repetición, la remake y la secuela innecesaria. Quizá dentro de muy poco le toque el turno de la versión yanqui, quizá incluso no puedan destruir la obra original y el resultado hasta sea apreciable. Lo cierto es que este trabajo ya puede considerarse como un clásico contemporáneo, un film que trasciende los géneros y se instala como referencia, más que ninguna otra cosa, de cómo debe tratarse al cine desde el cine.
Bonus Track
- El director Tomas Alfredson ya está trabajando en los Estados Unidos. El éxito artístico de Let the Right One In (tal su título de estreno en USA) lo llevó a ser contratado para hacerse cargo de lo que será The Danish Girl, película a estrenarse en 2011 y con protagónicos de Nicole Kidman y Gwyneth Paltrow.