Como Crepúsculo, pero en serio
Víctima de una engañosa campaña publicitaria, con afiche que promete "una de las mejores películas de terror de todos los tiempos" incluido, la multipremiada Criatura de la noche (Let The Right On In, 2008) es una historia donde el terror es apenas un elemento más de un complejo retrato del crecimiento, el amor y la identidad.
La película de Tomas Alfredson es el reverso genérico de Crepúsculo (Twilight, 2008), con perdón a la producción escandinava. La criatura del título no es un torneado adolescente ávido de hemoglobina sino una doceañera siempre noctámbula, Eli (Lina Leandersson). Ella es la nueva vecina de Oskar (Kåre Hedebrant), un estudiante lacónico y solitario, objetivo predilecto de los embriones de pandilleros juveniles que tiene de compañeros de curso. Ambos establecen una relación que comienza amistosa y, al igual que en la primera parte de la saga de Stephenie Meyer, deviene en amor.
Al igual que Marley y yo (Marley & Me, 2008) o Viviendo con mi ex (The Break-Up, 2006), melancólicas reflexiones sobre la convivencia y la maduración que sucumbieron ante la crítica y el público gracias al envoltorio de película descartable que implica la rotulación de “comedia pasatista” con que sus campañas publicitarias la presentaron, el encuadre de Criatura de la noche dentro del género del terror que proponen sus sinopsis oficiales y material fotográfico no sólo soslaya gran parte de su potencia artística sino que resulta escaso, insuficiente y por momentos hasta incorrecto.
Sí, la protagonista y sus larga cabellera renegrida remite a los distintos exponentes del J-Horror que se adocenaron a comienzos de la década y la escena de la pileta mixtura el cinismo y la truculencia propia del gore. Pero esas premisas son sólo construcciones narrativas de una historia donde también están presentes elementos del drama romántico o del relato iniciático: del primero, la conflictiva ambivalencia entre las necesidades físicas vampíricas y los sentimientos humanos producen en Eli; del segundo, la maduración y el descubrimiento de la sexualidad de Oskar.
Ambientada en los gélidos y desaprensivos suburbios de Estocolmo, con una narración alejada de los cánones habituales de las grandes producciones, el aspecto más rico de Criatura de la noche no es la búsqueda del susto ni la utilización de efectos sonoros sino la dicotomía entre del amor-alimento, también presente en la más superficial Crepúsculo. Es la certidumbre de que el gran amor de la vida puede ser también la colación de media tarde.