Sangre nueva
En tiempos en los que Luna Nueva hace estragos en boleterías, esta criatura nocturna intentará abrirse paso con sus colmillos afilados. Y lo bien que hace.
Vampiros suecos: toda una rareza. Una historia sólida, bien narrada y con recursos visuales que sorprenden. El público se encontrará con un relato que se toma su tiempo, pero dosifica correctamente los sustos y los climas hasta su sangriento final.
Este también es un cuento de amor. Oskar, un niño tímido de doce años, vive en un suburbio de Estocolmo y, en su camino, aparece Eli, una chica recién llegada al vecindario. Su aparición coincidirá con una serie de misteriosos asesinatos y el caos no tardará en desatarse.
Al igual que en La hora del espanto (donde el vecino recién llegado traía más de un dolor de cabeza al protagonista), el director Tomas Alfredson equilibra aquí una trama de lealtad, amistad y enamoramiento dentro del cambiante mundo adolescente. Y le imprime su mirada poética y misteriosa que la convierte en una propuesta original.
El blanco de la nieve se funde con el rojo sangre en esta escalofriante variante del mito vampírico. Sangre nueva y burbujeante que tarda en aflorar, pero finalmente lo hace con gran belleza visual.
La escena de la pileta quedará en la retina de muchos y es de las más logradas que se han visto en años.
Esta criatura de la noche debería recomendarle un buen dentista a los chicos de Luna Nueva.