La vampira que vino del frío
El secreto de la inmortalidad del vampiro probablemente resida en su dieta líquida, pero la clave de su supervivencia como mito está seguramente en su increíble capacidad de adaptación. Así han desfilado por la pasarela de la cultura popular vampiros aristócratas centroeuropeos, vampiros del espacio, vampiras lesbianas, vampiros negros, vampiros adolescentes, vampiros afectados vestidos de seda y volados o vampiros fetish vestidos de cuero y látex. Una de las últimas encarnaciones, la más exitosa al menos, son los vampiros para la Generación Emo de Crepúsculo, que brillan a la luz del sol y se niegan a tomar sangre humana, autodenominándose por ello “vegetarianos” (¡?). Semejante aberración podría hacer temer seriamente por la salud del mito. No tengan miedo, porque el vampiro más original y la mejor película del género de los últimos tiempos ya está aquí y llega bajo la forma de una nena de 12 años y la película que se estrena en las salas locales como Criatura de la noche.
El film es una adaptación de la novela, que en castellano se editó como Dejame entrar, de John Ajvide Lindqvist, a quien califican nada arbitrariamente como “el Stephen King” sueco, y cuenta el encuentro entre Oskar, un niño solitario y retraído, frecuente víctima de abusos por parte de sus compañerito matones (y por ende poseedor de una fuerte carga de rabia contenida), y Eli, una chica también solitaria y algo triste, que vive en el mismo piso pared mediante, y que además necesita sangre para sobrevivir. Entre ambos se forjara una relación de amistad y solidaridad que se ira afianzando aun cuando Oskar se entera del carácter vampírico de la vecinita de al lado. Ambos se harán compañía y se darán apoyo. Oskar sacará de esa amistad fuerzas para defenderse, mientras que Eli, si bien posee los poderes de su especie, es también una criatura vulnerable que necesita ayuda.
El escenario no es gótico pero sí muy oscuro. Hay (mucho) frío, sordidez, violencia, alcoholismo, alienación, crueldad, maltrato y ensañamiento con el más débil. Si el vampirismo jugó más de una vez como metáfora (de las relaciones de explotación, de las adicciones, de la homosexualidad, del SIDA), aquí la dependencia de la sangre de Eli y su necesaria apelación a al asesinato no desentonan en ese suburbio de clase media baja arrasado por el alcoholismo y las relaciones quebradas. Y si bien el nivel de sordidez no es tan alto como el de la novela (donde también entran a jugar temas más bravos como la pedofilia), el film de Alfredson logra un ambiente de densidad en el que la presencia ominosa del elemento de terror se inserta naturalmente. En todo caso, la adaptación, a cargo del propio autor de la novela, es lo suficientemente inteligente para ser fiel en lo que conserva y a la vez coherente a pesar de lo que necesariamente tiene que dejar afuera. Y además está lo más importante, que es la amistad entre Oskar y Eli que, cual flor que crece en la basura, termina siendo lo único puro de ese escenario, aún cuando el es un nene con problemas y ella es una predadora.
Criatura de la noche es un film bello y sutil, donde priman las atmósferas, el frío y la melancolía. Alfredson explota el contraste entre la oscuridad de esos ambientes y la blancura cegadora de la nieve, y a ese clima de opresión y desencanto le opone el refugio de calidez y ternura que surge de la relación de los protagonistas, verdaderos niños prodigio que se cargan al hombro un gran desafío. Con esa sutileza, ese trabajo con los climas, Criatura… prueba también su efectividad como film de género. Y además Alfredson no tiene problemas en mostrar la brutalidad o en derramar sangre cuando es necesario.
El vampiro está vivo y goza de buena salud, a pesar de las repeticiones rancias o los aggiornamientos berretas para adolescentes con vampiros abstinentes. Y eso es gracias a libros como el de Lindqvist y películas como la de Alfredson, que sin traicionar la esencia del mito le aportan un buen chorro de sangre fresca.