SIMPATÍA POR EL VAMPIRO
Luego de una importante repercusión crítica en todo el mundo desde hace más de un año, finalmente se estrena en Argentina este film sueco que narra –con preciosismo estético y una mirada romántica- la particular relación entre un niño conflictuado y una niña vampiro.
1- Oskar es un chico retraído y solitario. Ya sea en la escuela, en su hogar o en el patio del complejo edilicio en el que vive, siempre está apartado; además, sufre el acoso y la violencia de un grupo de compañeros. Oskar es pura melancolía. Una de las primeras escenas lo muestra en su cuarto ensayando, cuchillo en mano, una venganza contra esos compañeros de escuela. Esto lo vemos desde afuera, a través de su ventana. Mientras, en el departamento de al lado se instala Eli, su nueva vecina, alguien que en apariencia parece ser una niña de su misma edad, y que comparte cierto parecido con su condición de excluido, aunque sus rasgos físicos y su forma de vestir parecen extremar las características de Oskar. Eli es un vampiro, y puede entenderse, dentro de la economía del relato, como un complemento necesario de Oskar, como su reflejo espectral, como un doble que se vuelve imprescindible para poder concretar sus fantasías de venganza. Así, este film sueco, mientras construye la relación de completitud entre los protagonistas a través de logradas decisiones de puesta en escena (espejos o ventanas y sus reflejos) y de ciertos detalles simbólicos (el cubo mágico que él le presta sin terminar y que ella le devuelve completamente armado), pone en primer plano uno de los temas fundamentales del género fantástico: el doppelgänger. Y tomando exclusivamente este aspecto del film es que se pueden verter algunos elogios.
2- Esa puesta en escena que en algunas ocasiones consigue darle profundidad a las imágenes (hay varias simetrías, sobre todo entre aquellos planos que resaltan ventanas y espejos) muchas veces se percibe afectada. Cierto espíritu artie recorre la película, y muchas veces se vuelve más importante el preciosismo de la iluminación y la minuciosidad de la composición de los encuadres que lo que pueden estar representando (o, yendo a un estadio superior, simbolizando). Así, cuando el soporte estético se vuelve más importante que el sentido último de las imágenes, éste se debilita, y hasta se vuelve imposible acceder a él. Siempre y cuando exista tal sentido, claro. En este aspecto, Criatura de la noche es una clara sucesora de la famosa (y también nórdica) Vampyr que Carl T. Dreyer filmó a principios de la década del 30.
3- En un par de ocasiones, Eli pregunta - primero a su tutor y luego a Oskar- si la dejan entrar. Además de aludir a un cuadro de situación específica de los personajes, esa pregunta, y la respuesta positiva de los receptores -sobre todo en el caso de Oskar- es un claro indicio de que hay un asentimiento y que no existe una invasión por parte de Eli, quién además necesita de esa aceptación para seguir viviendo (de hecho, se ve cómo ante una respuesta negativa el vampiro se iría consumiendo). El alma melancólica del torturado Oskar, contaminada con sus deseos de venganza y su morboso gusto por las noticias de asesinatos, no es más que un alma débil, ideal para que el mal se instale allí. Es más: es un alma que invita al mal (el vampiro).
Pero este mal no es tal según el punto de vista de la película. La mirada del film sobre Oskar y Eli es siempre comprensiva, y el punto de vista nunca toma distancia de ellos. Incluso se percibe un excesivo regodeo en la perversa atracción que surge entre ambos. En todo caso, el mal está representado por lo social: la escuela, los compañeros violentos y las disfuncionalidades familiares; y en contraposición aparecen la ternura y compasión con la que el film intenta mostrar la relación de Oskar y el vampiro. Criatura de la noche es un film romántico. En el sentido más banal y oscuro de esa bastardeada palabra.