Amas de casa desesperadas Largometraje de bajo presupuesto rodado en video digital en zonas rurales cercanas a Saladillo. La mayoría de los roles los ocupan habitantes de esa comunidad, ubicada a 182 kilómetros de Capital Federal. Es el largometraje número 21 dirigido por la dupla de cineastas integrada por Julio Midú y Fabio Junco y, es el segundo estreno en una sala oficial, esta vez el Cine Gaumont. Crisálidas es la historia de cinco trabajadoras de un taller textil ubicado en un pueblo de Argentina. Cinco mujeres que quieren cambiar sus vidas, que sueñan y saben esperar. Mujeres que descubren el deseo y enfrentan el "que dirán". Marisa (Yeny Mieres), casada con un trabajador rural, lleva adelante un matrimonio rutinario; Mercedes (Viviana Esains) lleva una vida casi perfecta, pero se siente encerrada en ese pueblo; Ana (Florencia Midú) vive con su abuela quien la crió tras la pérdida de su madre y está enferma; y Sofía (Natalia Di Gruccio) vive sola con su padre jubilado y le preocupa el “que dirán”. La última, Norma (Marcela Moscatello) vive sola pero acumula kilos y angustia. La película apuesta a diálogos sencillos y directos, actuaciones espontáneas y con pocos recursos visuales los realizadores sacaron provecho de la historia. Se ve más que en films de mayor presupuesto. Una historia cálida, pequeña que se desarrolla entre penas, festejos y máquinas de coser, con una mujer señalada por "hacer feliz" a otro, mientras otras buscan la felicidad. La música de Edgardo y Pablo Fuillerat subraya con correción los momentos dramáticos, sobre todo en el desenlace.
Una historia sencilla El vigésimo primer largometraje realizado por Cine con Vecinos se estrena oficialmente en el cine Gaumont de Buenos Aires. Contando con escasos recursos económicos y técnicos, Fabio Junco y Julio Midú crean un collage sobre la anodina vida de un grupo de mujeres empleadas en una fábrica del interior del país. Historias en paralelo son desarrolladas con el formato de un film coral. Diversas mujeres de una ciudad en el interior de la Argentina que comparten un mismo trabajo van a ver modificadas sus vidas a partir de un hecho que movilizará su yo interno para sellarlas por siempre. Los realizadores Junco y Mid, que ya habían estrenado en 2009 El último mandado, nos presentan un relato honesto a pesar de ciertos errores en la narrativa y en el modo en que el mismo es plasmado en pantalla. Crisálidas (2009) podría considerarse un melodrama a pesar de tener muchos vicios tomados de la televisión y que por momentos remiten a una telenovela. En sí la estructura narrativa no está mal en su conjunto, pero en efecto se tendría que evitar el hecho de explicarlo todo con palabras. En cine hay situaciones que se dan por sobreentendidas y que desarrollarlas atentan contra el resultado final. Evitando el uso del off el relato sería mucho más fluido y de mayor impacto. También se nota cierto abuso en la banda sonora para intensificar el dramatismo o para tapar silencios, que en mucho de los casos son necesarios. La música debe actuar en función de una necesidad y no como edulcorante o relleno. ¿Por qué llevar al espectador hacia el golpe bajo si se puede evitar? Si se consolidaran ambos puntos y se pusiera un poco más de atención a ciertos aspectos narrativos que vuelven la historia demasiado previsible el film sería más conciso y redondo. A pesar de lo negativo también debemos rescatar a Crisálidas desde lo positivo. Técnica y visualmente logra una estética suburbana que refleja, al traspasar la pantalla, la idiosincrasia del interior del país denotando cierto cuidado por parte de los realizadores para no perder el folklore del interior. Un elenco conformado por actores no profesionales, residentes del lugar, demuestran sus dotes dramáticas para salir airosos ante los conflictivos personajes que les tocaron interpretar. Gracias a la espontaneidad y a la ausencia de vicios actorales que suelen llevar a la sobreactuación, dan origen a seres, que a pesar de sus miedos internos, hacen lo que pueden para buscar la felicidad. Crisálidas no es un film perfecto, pero tampoco está hecho con grandes recursos. En momentos en los que cualquiera pone una cámara fija a la salida de un shopping para hacer una película y participar de cuanto festival indie haya, el proyecto de Cine con Vecinos de Saladillo merece ser rescatado y ponerle algunas fichas. Un grupo de gente que hace cine como puede y a los que les sale mucho mejor que a algunos que dicen hacer cine.
Ni gusanitos ni pobres mariposas Historia coral, de cinco trabajadoras de un taller textil pueblerino. Hacer cine con buenas intenciones, está visto, no alcanza. Crisálidas tiene un muy lindo título, producto de una buena idea, pero la imaginación ha quedado resumida allí. El protagonismo de la película está repartido en cinco personajes, cinco mujeres que trabajan en un taller textil en un pueblo del interior. Cada una tiene su problemática, pero lo que las emparenta es algo más que la convivencia mientras cosen: vidas opacadas por la rutina, la escasez de oportunidades, la falta de afecto. Los conflictos se desatan de manera autónoma, y la película se detiene en una y otra, yendo y viniendo de manera dispar y con distintos grados de interés, algo evidente desde el vamos. Desde hace más de diez años que Cine con vecinos, con base en Saladillo, viene produciendo filmes con actores profesionales y no actores. El año pasado se estrenó El último mandado, de los mismo directores de Crisálidas, y si bien Julio Midú y Fabio Junco (egresados de la escuela del INCAA) demuestran mejor pericia en el armado de la trama, hay situaciones planteadas que llevan al descrédito (la subtrama de Sofía, soltera y que se inventa un novio). También se nota demasiado quiénes cuentan con antecedentes profesionales -Viviana Esains (Mercedes) y Florencia Midú (Ana)- y quiénes actúan con ganas. El tesón puesto de manifiesto es válido, el camino es el correcto, pero sería injusto pedirle a Crisálidas más que lo que puede ofrecer.
Mujeres acorraladas por sus angustias Los directores Julio Midú y Fabio Junco proponen una nueva historia producida íntegramente en Saladillo Si hay algo bueno que le ocurre al cine nacional es que en los últimos tiempos viene creciendo el interés del interior por querer expresarse también con este lenguaje y medio. Es el caso de Julio Midú y Fabio Junco quienes con sede en Saladillo y Cine con Vecinos, el evento que ellos mismos impulsan entre los vecinos de esa localidad, ha respaldado ya una veintena de largometrajes, solo dos estrenados en salas de Buenos Aires. Lo interesante de estas propuestas es su modo integral de producción, sus presupuestos acotados y por sobre cualquier otra cosa, la participación de los vecinos del lugar. Su cine es popular y sencillo; sus aspiraciones, en la medida que crecen, van apareciendo cada vez con mayor claridad. Esta vez se trata de una historia que reúne a cinco mujeres que conviven buena parte de sus días en un pequeño taller textil. Marisa (Yeny Mieres) está casada con un peón de campo mayor que ella; Mercedes (Viviana Esains) es de Buenos Aires, de donde llegó junto a su esposo médico y a su hijo en edad escolar; Ana (Florencia Midú) es la más joven de todas y vive con su abuela, con la que no se lleva bien al tiempo que sufre en silencio una enfermedad terminal; Sofía (Natalia Di Gruccio), ya pasó los veinte hace rato y vive con su padre, a quien hace creer que tiene un novio a la distancia con el que se va a casar para evitar esa típica definición de que se quedó "para vestir santos", y Norma (Marcela Moscatello) a pesar de ser la "gordita buena" del grupo, es la que tras la ironía también esconde mucha soledad. Todas cargan en su mochila angustias, depresiones, sueños que no se cumplen y el tiempo que pasa sin que nada cambie, incluso para aquella que espera una señal de su abuela antes de que llegue su fin. Midú y Junco pasan de los buenos momentos bien trabajados, algunos de intenso drama, a otros más convencionales, pero aún así consiguen lo que buscan: la empatía con el espectador. Los trabajos femeninos, en particular los de Midú y Viviana Esains, se lucen, a diferencia de los masculinos, a los que les falta bastante ajuste, pero no impiden que el resultado sea equilibrado y, por momentos, muy riguroso.
Tras 20 largometrajes grabados con la comunidad de Saladillo, la dupla Midú / Junco, estrenan su segunda película en salas comerciales, tras El Último Mandado. Si bien ampliaremos la información acerca de la historia y como se realiza Cine con Vecinos y el Festival Anual de Cine de Saladillo en la entrevista realizada a Midu y Junco, pronta a publicarse, hay que aclarar que ambos cineastas son graduados del ENERC, pero que aunque viven y trabajan en Capital Federal, provienen de la localidad, y hace 12 años vienen trabajando con los vecinos y familias del pueblo con un meticuloso trabajo de dirección de actores, historias identificables, profundas y cuyo primer fin fue el de exhibir dentro y para Saladillo. A primera vista se puede notar la precariedad técnica con la que ambos directores trabajan. Una cámara digital y unas pocas luces. Pero tanto en construcción de encuadres y montaje, es notorio que no son simples aficionados. Crisálidas es una película coral, cuyo argumento bien podría ser comparado con Intimidades (Personal Velocity, 2005 de Rebecca Miller), ya que retrata la vida de 5 mujeres que no están demasiado conformes con su vida amorosa dentro de Saladillo. No estamos hablando de Amas de Casa Desesperadas, acá realmente vemos la tensión que provoca la soledad y la rutina. Las cinco mujeres, tienen en común que trabajan en un taller textil. Las cinco viven con sus familias, y bien podrían no trabajar, pero lo hacen para mantener su independencia, acaso el único lugar donde pueden sentir que tienen algo propio. A diferencia de la película de Miller, las historias de las cinco se muestran de forma paralela y no episódicamente. Las tentaciones de romper las reglas, las estructuras, las tradiciones. La necesidad de no repeler los sentimientos y las costumbres. Junco y Midú deciden mostrar una realidad de los pueblos: como se vive de los chimentos y los prejuicios cuando alguien no sigue los moldes de la sociedad, especialmente cuando se trata de la formación de una familia o el estar en pareja. Para ninguna de las protagonistas es fácil vivir con sus sentimientos y poder liberarse de la presión, y la discriminación misógina típica de pueblo. En un lugar donde todos se conocen de cara, ninguno realmente conoce el interior del vecino, más allá de la foto familiar que cada uno trata de pintar. Crisálidas muestra otro interior, otra realidad, más creíble. Existe una crítica subyacente, sutil hacia los vecinos de Saladillo, pero innegable. Midú y Junco no hacen turismo y se animan a demostrarlo. Crisálidas no es cine costumbrista sino una crítica al “género” (en parte se puede ver lo mismo en algunas obras de Perrone). No hay que dejarse engañar por la precariedad de la estética. No hay que buscar un Bresson o un Tarkovski en cada plano. No busquemos un cine “intelectual” cuando no se pretende realizarlo. Junco y Midu realizan películas, accesibles, de discurso directo, pero no subrayado. Sensible pero no telenovelescos. Moralista pero sin obviedades. No resultan forzados los encuentros amorosos ni los puntos de giro. Todo el relato tiene gran fluidez, un ritmo propio, íntegro, y ninguna situación parece fortuita. A fuerza de diálogos creíbles en su mayor parte, las interpretaciones prácticamente amateurs (cada vecino se interpreta a sí mismo, aunque tanto Florencia Midú, hermana del realizador, y Viviana Esains estudiaron actuación de forma profesional, y se nota la diferencia con el resto del elenco en la forma de hablar, y en la austeridad de las miradas) resultan verosímiles y atractivas debido a que los vecinos ya no le tienen miedo a la cámara. Por el contrario se muestran cómodos. La experiencia de haber trabajado hace 12 años, ha dejado huella en ellos, por lo que se justifica que las películas de ambos realizadores, era hora que lleguen a las salas porteñas y amplíen su circuito audiovisual. Es notorio destacar que, a pesar de tener el aspecto de un film de cine “casero”: la definición sonora es clara, los diálogos se escuchan perfectamente, y el ambiente no imbuye o molesta. Es un detalle, pero grandes superproducciones nacionales todavía sufren el “problema” de que hay diálogos que son poco claros. Si bien es probable que la banda sonora (original, de dos hermanos del pueblo) sea un poco ampulosa, y por momentos esté demasiado presente en la película (se podría encontrar reminiscencias al tema clásico de Francis Lai de Love Story), no resta que Crisálidas sea un drama interesante, intenso, emocionante, y con un tema universal. Esperemos que el cine de Junco y Midú pueda tener mayor repercusión comercial en el futuro. Esto es verdadero cine independiente nacional, y no temo decir que supera en calidad artística y narrativa a la gran mayoría de las películas argentinas que participaron del última edición del BAFICI, cuyas pretensiones terminan jugándoles en contra, y que con mayor infraestructura, solo gustaron a un sector minoritario (aunque lamentablemente influyente) de la crítica.