El segundo largometraje de Paula Markovitch, luego de recoger elogios por su opera prima El Premio, toca una fibra personal en la cineasta, quien basa su Cuadros en la oscuridad en su padre, un hombre que nunca pudo exponer su obra. Con el insilio como precepto fundamental para desarrollar su historia, Markovitch narra un cuento mínimo que lucha constantemente con lo que tiene que decir y cómo lo dice.