Presentada recientemente en el 33º Festival Internacional de cine de Mar del Plata dentro del “Panorama de Cine Argentino” de este año, la Opera Prima de Natalia Hernández es una relato coral sobre el amor, las parejas, las desavenencias amorosas y los encuentros fortuitos donde pueden llegar a encontrarse y unirse dos corazones.
Siendo niños, Lucas se enamora de Ana. Pero ella se muda y obviamente Lucas pierde el rastro. Prematuramente, ya aprende sobre los infortunios que le depara estar enamorado y pareciera ser que esa falta de suerte en el amor será como su marca distintiva, que hasta aún hoy lo persigue.
Lucas se encuentra abocado con su trabajo, hacer crucigramas, y a pesar de las insistencias de su grupo de amigos para tener un encuentro aunque sea casual, fugaz, parece que se ha resignado a una vida sexual y de pareja casi inexistente. Santiago, a su vez, es el amigo de Lucas, que tiene una cita a ciegas con Verónica.
Ese primer encuentro termina, prácticamente, antes del empezar. Pero luego del estrepitoso fracaso de ese primer encuentro, ambos tendrán, como pasa en las películas –sobre todo en las comedias románticas- y en la vida misma, una segunda oportunidad. Para seguir conectando las historias, Verónica tiene una vecina que vive atormentada por la relación con un hombre casado de la que parece no poder soltarse con tanta facilidad.
De esta forma, Hernández sorprende por la ductilidad con la que va entrelazando, en este, su primer largometraje, con total soltura estas historias amorosas.
Cada escena fluye dejando pasar a la siguiente sin que ninguna de las historias quiera prevalecer sobre la otra, guardando perfectamente el tono coral del relato –aunque el pulso esté marcado por la historia de Lucas y de Ana desde el inicio- y logre ese efecto de abanico, de mosaico sobre las diferentes formas en las que se presenta el amor, los vínculos de pareja y que habla, porque no también, sobre la amistad, los encuentros y los desencuentros de un grupo de jóvenes que ya parecen haber pasado los treinta hace un buen tiempo.
El guion de Sebastián Rotstein –el mismo de “20000 Besos”-, “Arrebato” y coguionista de la reciente miniserie televisiva “Morir de Amor” con Griselda Siciliani y Estaban Bigliardi- ha creado un grupo de personajes deliciosos con los que uno rápidamente puede empatizar y sentirse reflejado.
Algo que es sumamente difícil y que no sucede con frecuencia en algunas producciones del cine nacional es que los diálogos suenen frescos, naturales, reales, fuera de toda impostación o teatralidad.
Y las situaciones de los personajes de “CUANDO BRILLEN LAS ESTRELLAS” logran que sus diálogos estén impregnados de lo cotidiano, de situaciones donde uno pueda espejarse fácilmente, sin dejar por esto de buscar la profundidad en lo simple, con una sencillez que no tiene que ver con la superficialidad.
Con toques de la comedia indie americana (con lo mejor de ese estilo inteligentemente liviano que tienen “Ruby Sparks: la chica de mis sueños” o “500 días con ella”) o del cine francés de Rohmer en sus cuentos de las estaciones, pero diferenciándose fuertemente en la búsqueda de un toque personal y bien nuestro en cada historia, logrando momentos deliciosamente desopilantes como el de la incomprensible multiplicación por cero o la fuga furtiva por una ventana.
Otro de los puntos fuertes de “CUANDO BRILLEN LAS ESTRELLAS” son las actuaciones: a la soltura de María Canale como Ana (a quien pronto veremos “Tampoco tan Grandes” otra comedia muy recomendada) se suma el perfecto “antihéroe” que compone Pablo Sigal como Lucas.
Las participaciones de Esteban Menis, Gastón Pauls, Claudia Cantero y Anahí Martella (caricaturesca y divertida como la madre de uno de los personajes femeninos) junto con una faceta completamente diferente de Mara Bestelli en un rol que le permite jugar a la comedia y al desborde, hacen que el elenco funcione a la perfección encontrando el tono justo para la propuesta coral de la directora.
Para demostrar que la receta de la comedia romántica no es solo patrimonio de los americanos, aquí está el primer trabajo de Natalia Hernández, un nombre de vasta trayectoria como asistente de dirección, que ha hecho un brillante debut y seguramente tendrá muchas otras historias para contarnos.