La revuelta de la selva
Los mismos directores de Martín Fierro, la película optaron esta vez por una historia basada en los cuentos de Horacio Quiroga, con sus personajes y lugares típicos. En la selva misionera vive una comunidad de animales variados que corre peligro porque “la bestia”, como ellos llaman al Hombre, está terminando con los árboles y la comida. El yaguareté y los cocodrilos son los primeros en darse cuenta de la situación; pero mientras el felino trata de advertir a los demás, los otros trabajan por su lado. Pronto el resto de los animales toma conciencia y tratan de detener juntos al destructor.
El film se centra en un mensaje claro y explícito: es necesario respetar y cuidar la naturaleza, ya que sin ella la vida es imposible. Habla de las especies en extinción, de las que están ya extintas, pero también de la posibilidad de frenar este mal y de las bondades del trabajo en equipo. Mediante cuidadosas y artesanales técnicas de animación y pintura, se plasma en la pantalla una diversidad de plantas, árboles y cursos de agua característicos de la zona recreada. Entre los protagonistas de la historia hay una pareja de coatíes, monos, una lechuza, un loro, flamencos, serpientes, un oso hormiguero, el yaguareté y cocodrilos. Hay además un grupo de hombres que desforestan la selva, entre los cuales están el señor Oncade (trabajador obsesivo que responde al inescrupuloso Davius) y su hijo Tomy. El niño tiene ocho años y se hace amigo de los animales; representa la esperanza y el futuro, significados que se transfieren a la historia para llegar a un final feliz.
Cuentos de la selva habla de manera muy simple de temas importantes que necesariamente despiertan la necesidad de tomar conciencia. Pero no logra despertar mayor interés –quizás sí lo haga en niños muy pequeños, que estén en edad preescolar-, por varios motivos. Por un lado, los personajes parecen haber sido realizados hace muchos años atrás, cuando no se contaba con las actuales técnicas que otorgan dinamismo y posibilidades de creación de movimientos gráciles. Se eligió en este caso para su diseño las máscaras con las que los pueblos originarios representan a los animales autóctonos; una idea valiosa pero poco atractiva para niños que están acostumbrados a las animaciones del estilo de las de Disney. Sumado a ello, Oncade y su hijo se parecen mucho a los play mobil, muñecos rígidos, sin forma ni gracia.
Quienes dieron sus voces a los protagonistas, por otra parte, no logran una composición unificada. Tobal pone la voz a la coatí Ki y transmite euforia y optimismo continuamente; pero Abel Pintos (el coatí Ku) no acompaña y parece siempre deprimido y sin fuerzas. El guión, además, no ayuda; es débil y varias líneas de texto parecen caprichosas. Se transforma así en un relato que aburre.
A pesar de los errores y decisiones poco acertadas, seguramente el mensaje llegará al corazón de todos los niños; quizás también puedan, en el futuro, verse los resultados.