Una fábula ecologista
El filme nacional animado, que va el jueves, recrea personajes del libro de Horacio Quiroga.
Cuentos de la selva , filme animado de Liliana Romero y Norman Ruiz que se estrena el jueves, no adapta a la animación a cada uno de los relatos de este libro de Horacio Quiroga. Toma y transforma a ciertos personajes, intenta capturar el ambiente vívido y sensorial del escritor uruguayo, y los utiliza en una suerte de fábula ecologista para chicos, que, en el plano visual, combina técnicas de 2D y 3D. Romero y Ruiz conocen el ida y vuelta entre literatura y cine de animación: su anterior trabajo fue Martín Fierro , que contaba con dibujos originales de Roberto Fontanarrosa.
“En el caso de Cuentos...
recibimos el guión terminado de manos de Jorge Maestro. Se trata de una historia particular con nudos basados en las historias de Quiroga. Pero la animación es muy dinámica y todo fue modificándose, tomando otra dimensión, a medida que avanzaba la producción de la película. A veces por un actor que encontraba un tono propicio para un personaje; a veces por el hallazgo de un dibujante. Armamos este filme como a un verdadero rompecabezas”, explica Romero, licenciada en artes plásticas.
Para diseñar a cada animalito de animación, los directores se basaron en máscaras guaraníes. “De ahí tomamos a representaciones autóctonas, como la del yaguareté -agrega Ruiz-. Pero, nobleza obliga, los diseños respondieron sobre todo a nuestro presupuesto, que no era precisamente holgado para una estética 3D. No podíamos, por ejemplo, hacer animales con pelaje ni plumas. No podíamos intentar parecernos a Pixar. Así fue como trabajamos las texturas con pinturas, lápices y pinceles. Le dimos el perfil estético de esas artesanías misioneras. Trabajamos combinando óleo, para representar el paisaje selvático, y animeé: como en Martín Fierro ”.
Cuando se les pregunta con qué armas piensan competir contra los tanques extranjeros animados en cartel, Romero apela a la honestidad brutal: “Sobre todo, rezamos mucho. No dejamos un solo Dios del Olimpo afuera. Y, en lo cinematográfico, tuvimos claro lo que queríamos contar y confiamos en nuestra línea de producción, digamos, más artesanal, aunque la palabra artesanal puede sonar despectiva. Lo claro es que no tenía sentido intentar imita a Pixar o a Disney. Ellos trabajan en un nivel que no se puede superar en países como la Argentina. Lo mejor es mirar sus productos comiendo pochoclo y apostar a una alternativa que nos representara más”.
En la película, los animales -algunos desde este mundo y otros, de especies extinguidas, desde el más allá- se muestran temerosos o indignados con “La Bestia”. Acertó: el hombre destruyendo su habitat. Pero los seres humanos no son mostrados de un modo plano: algunos son brutales y materialistas; otros ingenuos o genuflexos; otros (otro) bondadosos y comprensivos: es el caso de Tomy, un chico de 8 años, hijo de un trabajador. Una rareza: hasta la hora de película -a quince minutos del final- no aparecen los rostros de los humanos adultos.
Dice Ruiz: “Decidimos no mostrar a los humanos hasta que tomaran la decisión de desforestar. Acomodamos la línea de producción a mover cuerpos y no mostrar los gestos. La cámara encuadra a la altura del nene y de los animalitos”. Algunos de los principales, un coatí, su pareja (heterosexual) y un yaguareté son interpretados -vocalmente- por Abel Pintos, Eugenia Tobal y Rubén Stella. “Ese trabajo es muy complejo porque tienen que grabar cuando todavía no vieron nada. Gabriel Rovito le puso la voz a un personaje muy simpático, el loro que habla con acento paraguayo, y también a los flamencos. Para encontrar estas voces se puso broches en la nariz”, cuenta Romero, quien ya está trabajando en su próxima película, Anida