Ejemplo notable de amor a la vida y predicadora de la autosuperación, María Fux es una reconocida bailarina y danzaterapeuta argentina que hoy, a sus 94 años, sigue dirigiendo su escuela en la avenida Callao. Entre sus alumnos se cuentan personas con síndrome de down, minusválidos, sordos y muchos otros que quieren explorar las posibilidades de su propio cuerpo a través de la danza.
Apoyado por unas pocas imágenes de archivo (entre los hitos de Fux está su participación en Gillespiana, la película sobre el trompetista Dizzy Gillespie), el documental del italiano Iván Gregolet evita la narración biográfica para centrarse en el presente de María. Allí la vemos cual encantadora de serpientes frente sus discípulos, que sucumben ante su carisma. Sin embargo, no es el testimonio de María el que sobresale sino el de aquellos a los que estas técnicas de expresión les cambiaron la vida (entre ellos, el de la mujer del propio Gregolet, quien conoció a María cuando estaba de gira por Italia).
Como epílogo, impacta el caso de una indígena hipoacúsica que fue literalmente rescatada de una caverna por María y cuya historia merece un capítulo aparte. El reencuentro entre ellas es una síntesis de una película cálida, espontánea y cuidadosa de los detalles técnicos, atributos que también le caben a la protagonista.