La dignidad de alguien
Documental sobre el militante social asesinado por la policía.
Darío Santillán, militante social y piquetero del sur del conurbano bonaerense, entró en la Historia argentina el 26 de junio de 2002. Su último gesto, cargado de coraje y solidaridad, fue detenerse en medio de una cacería humana a asistir a un compañero herido de muerte (Maximiliano Kosteki), permitiendo que la policía lo asesinara de un balazo por la espalda. Tenía apenas 21 años. Este documental de Miguel Mirra procura mostrar su peso como símbolo de época y, en lo individual, como luchador cuya vida íntima fue consecuente con su generoso y público final.
La película empieza con un viaje a través del Puente Pueyrredón, frontera de mundos donde comenzó, hace una década, aquella persecución mortal. A través de la cámara subjetiva, vamos internándonos en el universo pobre, injusto, soslayado y barroso que, luego veremos, Santillán siempre intentó revertir o al menos mitigar.
En estos primeros minutos las cabezas parlantes de familiares, amigos y compañeros del MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados, voluntario o involuntario, demoledor oxímoron) van dando cuenta de la personalidad y obras de Santillán: la parte más previsible, técnicamente rudimentaria, de un filme hecho a pulmón.
Pero luego iremos viendo imágenes de archivo, caseras, de Santillán haciendo trabajos sociales, a pura entrega y horizontalidad. Consciente del enorme valor de este material, Mirra reconstruye la intimidad del militante y, al mismo tiempo, lo va ubicando como emergente, enemigo y finalmente víctima del sistema neoliberal que acababa de colapsar.
Estremece escuchar a Santillán casi anunciando su final. También, ver a su grupo filmado la mañana de la masacre en una estación de tren, evaluando la represión que deberá soportar. Luego, un viaje en tren al que van sumándose hombres y mujeres humildes y fervorosos en cada parada. Finalmente, lo que todos vimos por televisión: una violencia atroz que sería aconsejable no olvidar.