Una es fresca, divertida, irreverente, desordenada, irresponsable. La otra es seria, estructurada, responsable, ordenada. Así son madre e hija. Mado (Juliette Binoche) tiene 47 años y Avril (Camille Cottin) cuenta con 30 años. Son el agua y el aceite. El contrapunto se pone de manifiesto desde el comienzo de la historia. Lo original, es que las personalidades de ambas no son como uno piensa, quien se comporta como una adolescente es la madre, y con esta estructura narrativa se desarrolla el film para que la comedia funcione. O, por lo menos, ese es el anhelo.
Mado anda despreocupada, sin problemas, por las calles de París, en su scooter rosa con varios stikers pegados. Vive junto a su hija y el novio Louis (Michaël Dichter), quien está haciendo una tesis para terminar su carrera. Es decir, que la única que trabaja es Avril en un laboratorio de productos de limpieza, aunque su sueño es crear perfumes.
El género requiere vicisitudes y contratiempos, confusiones y enojos, dulzura y discusiones. Bajo estos mandamientos la directora Noémie Saglio cuenta como ambas quedan embarazadas con 2 meses de diferencia y los problemas que eso conlleva, pero de un modo gracioso y por momentos grotesco.
Juliette Binoche, acostumbrada a filmar dramas e historias comprometidas, aquí le pone la mejor onda y todo su oficio para resultar creíble, pero no la beneficia el guión ni los diálogos. Tampoco los personajes secundarios, demasiados esquematizados y estereotipados. La estructura cinematográfica parece copiada de alguna película hollywoodense. Muchas idas y vueltas. Ellas corriendo por las calles varias veces, con las panzas a cuesta, en tnto los hombres son débiles de carácter, y cabe destacar a un simpático perrito.
Lamentablemente está llena de buenas intenciones, con un correcto trabajo de preproducción y producción general, pero con eso sólo no alcanza si se falla en la dirección de actores, como también el manejo del ritmo que, si no es preciso, en una comedia los desajustes se pagan caros.