Vamos a ver cómo es el reino del revés: una madre rockera, que fuma, bebe, va en moto y vive en la casa de su hija. Y una hija estructurada, seria, que trabaja, planifica y está embarazada. La hija y su novio, que trabaja en su tesis, dan la feliz noticia a los padres, que están separados pero cuyo reencuentro termina en embarazo... ¡de la madre!
Así que ahí están, conviviendo las dos en distintas etapas de gestación, que van marcando secuencias como capítulos. Con la hija superada por los acontecimientos: no sólo le han robado el protagonismo, sino que sigue teniendo que bancar económica y psicológicamente a su madre infantil. Un personaje en el que lo aniñado convive con un reviente adolescente, como si no hubiera pasado nunca de los 18. Parece que Juliette Binoche se divierte en esa piel, haciendo payasadas, pero todo el asunto, empezando por su personaje, es tan inverosímil desde un principio, que la diversión no se transmite. El guión acumula situaciones de enredo y confusión en torno a un único chiste, bueno, dos. La sensación de desgaste prematuro es inevitable. Y la película tiene pocas herramientas para hacerle frente.