JULIETTE BINOCHE TENÍA QUE PAGAR LAS EXPENSAS
Es difícil encontrar una razón consistente que explique por qué una actriz como Juliette Binoche, que suele ser bastante criteriosa a la hora de elegir en los films en los que actúa, terminó protagonizando esta comedia impresentable que es De tal madre, tal hija. Quizás le gustó algo (vaya a saberse qué) del proyecto. O quizás tuvo un par de meses de poco efectivo y necesitaba pagar las expensas. Eso realmente no importa: lo relevante es que ahí tenemos a la Binoche en una película totalmente indigna de su carrera y talento.
La (supuesta) comedia que es De tal madre, tal hija es básicamente de premisa: hay una madre (Binoche) y su hija (Camille Cottin) con personalidades opuestas –la primera es un tiro al aire, la segunda es estructurada al extremo- y ambas quedan embarazadas al mismo tiempo, lo cual decanta en múltiples conflictos. No está mal usar un disparador mínimo para ir en diferentes direcciones: Judd Apatow ha dado lecciones de utilización de conceptos para luego ir mucho más allá en Virgen a los 40 años y Ligeramente embarazada. El problema es que De tal madre, tal hija quiere contar un montón de cosas (el choque materno-filial, pero también sus propias crisis personales, laborales y de pareja) pero no cuenta ninguna, porque lo único que hace es acumular situaciones sin un criterio consistente.
Pero además caótica narrativamente, De tal madre, tal hija casi no tiene situaciones cómicas rescatables y si de repente acierta con un chiste, lo termina arruinando inmediatamente con el siguiente. La directora y co-guionista Noémie Saglio pareciera pensar que hacer comedia implicara simplemente acumular chistes sin criterio y poner a los actores a gritarse, moverse de un lado a otro, hacer morisquetas y pantomimas sin gracia. En el medio, el elenco naufraga: Binoche está desperdiciada y sometida al ridículo, pero también Cottin está absolutamente desbordada, Lambert Wilson (otro que tuvo que pagar las expensas) va perdiendo toda dignidad en el camino y Michaël Dichter luce totalmente desdibujado.
De tal madre, tal hija ni siquiera indigna, porque a pesar de querer bajar línea a favor de la importancia de los lazos familiares, las relaciones de pareja estables y cierta idea bastante superficial de “realización personal”, su puesta en escena revela un vacío absoluto en su imaginario, que la lleva a la nada misma. Sin embargo, ese vacío (que ni siquiera califica como televisivo o teatral en sus formas más bajas) lleva al hartazgo casi inmediato, con lo que la hora y media que dura la película se hace eterna. Pero al menos Binoche pudo pagar las expensas.