Caco (Felipe Rocha) es un doble de riesgo del cine brasileño, pero nada lo prepara para la tragedia que se avecina. Tras caer a un colchón desde cincuenta metros de altura, visita a su novia para proponerle casamiento y la encuentra haciendo el amor con otro. Y lo peor es que el otro, un tal Facundo, es un argentino canchero. Cuando se lo cuenta a Vadão (Daniel Furlan), su amigo y compañero doble de riesgo, éste lo convence para subir a su auto, una destartalada cupé bautizada Jorge, y viajar hasta Buenos Aires para tomar venganza: por Messi y Maradona, por las cargadas en el Mundial de Brasil, por la garotas robadas.
La venganza consiste, básicamente, en pasar la podadora ante toda argentina que se les cruce en el camino, pero los problemas arrancan ya en la aduana. Un gendarme patovica los apura y les roba todos los profilácticos; después, en un boliche de Paso de los Libres, Vadão seduce a una chica con la que se acuesta, para descubrir al día siguiente que era paraguaya. En tanto, el melancólico Caco deja pasar las insinuaciones de una preciosa cantante, y los amigos terminan siendo robados por una seductora rubia disfrazada de novia (Ana Pauls).
Estos traspiés terminan cuando la dupla es levantada haciendo dedo por una troupe de músicos, entre los cuales se encuentra la seductora cantante. La roadmovie sirve de excusa para disparar dardos venenosos hacia el estereotipo de los dos países (la troupe canta “Decíme qué se siente” en todos los ritmos imaginables); la película es, en ese sentido, una extraña roadmovie, llena de color local, pero los estereotipos son tan exagerados que resulta imposible no disfrutar algunos pasajes.