Amado (Hugo Arana) es un hombre ciego, huraño, gruñón, que vive solo en un pueblo tranquilo, de casas bajas, donde no pasa nada y la serenidad es absoluta. Él tiene una vida rutinaria, trabaja en la conserjería de un hotel alojamiento, luego se da una vuelta por el bar y más tarde, se va a su hogar.
Hacia ese lugar llega con el tren Felisa (Beatriz Spelzini), una enfermera muy bien calificada que podría estar en un hospital importante de alguna gran ciudad, pero, por algún motivo que desconocemos, decidió ir a emplearse allí. Para su sorpresa le consiguen una vivienda perteneciente a Amado, contigua a la suya, cuyo trato es que le haga los quehaceres domésticos al dueño.
Y, como si esto fuera poco, para alterarle la tranquilidad que tenía el protagonista hasta ahora, también llega de la ciudad, su hija Analía (Marina Glezer), cuyo hijo tuvo que internar de urgencia en el hospital donde trabaja Felisa.
El entrecruzamiento de personajes es permanente, así como también la distancia que mantienen padre e hija, porque hay un resquemor antiguo no resuelto, y, además, él mismo no es amable con la enfermera. Pese a que ella se quiere acercar con afecto se siente rechazada, pero se esforzará sutilmente en hacerlo cambiar de opinión.
El film dirigido por Marcelo Mangone propone la idea de ver como dos personas solitarias y de personalidades tan disímiles se pueden relacionar y llegar a enamorar.
Ese es el desafío principal que tiene por delante el realizador, y se basa principalmente en el duelo actoral de los coprotagonistas, que están a la altura de las circunstancias demostrando una vez más la gran experiencia actoral que tienen ambos.
La película tiene buenas intenciones en el aspecto narrativo, pero las largas e innecesarias caminatas por el pueblo, las escenas donde no sucede nada interesante que aporten algo fundamental a la obra, el abuso de los fundidos a negro para resolver el final de las escenas, la nula información del pasado de los personajes, porque nadie cuenta qué es lo que les pasó, no lo saben los personajes ni el espectador, dejándolo totalmente en ascuas. todos estos factores producen que el relato sea lento y anodino en algunas partes, contraponiéndose a ciertos momentos, o detalles visibles o sonoros, que están bien logrados, pero que no alcanza para hacer un largometraje compacto y entretenido, pese a las pretensiones preliminares.