CUANDO LA CAUSALIDAD ES EL PRINCIPIO CONSTRUCTOR
Por lo general, en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad suele circular la imaginaria y complaciente frase “todo pasa por algo”. Ya sea bueno o malo, al pensar que nuestras acciones son incontrolables y que hagamos lo que hagamos no podríamos cambiar lo sucedido, la suma de los acontecimientos de nuestra vida se vuelve un pequeño escalón en la inmensa red de nuestra existencia. Delicia, la nueva película de Marcelo Mangone, reflexiona, de una forma simple, tierna y silenciosa, sobre que cómo la vida nos sorprende y sobre cómo la casualidad o la voluntad de poder de los individuos modifican nuestra existencia.
El film es sencillo, presenta la historia de una enfermera (Beatriz Spelzini) que decide cambiar su vida y su trabajo, trasladándose a un pueblo de provincia que posee un solo hospital y en donde, la amabilidad y la sencillez de los tratos interpersonales, caracteriza a su nuevo lugar de residencia. Desentonando con esto, se encuentra Amado, un señor ciego que trabaja de recepcionista en un albergue transitorio, y quien le ofrece alojamiento a Felisa, la recién llegada, a cambio de ayuda por los quehaceres hogareños. Establecido dicho pacto, comienza una relación algo tirante y tensa, donde Felisa la entabla desde el diálogo y la amabilidad y donde Amado se posiciona desde el silencio y la introspección para con los otros. Sin embargo, la relación irá mutando en el devenir de la historia, permitiendo la reflexión sobre cómo si sabemos aprovechar las oportunidades que nos presentan la vida, esta puede enriquecerse y transformarse por completo.
La puesta en escena es sencilla: las casas de los protagonistas, el hospital, la calle. Se destaca el tratamiento del uso del color, ya que las tonalidades de los espacios permiten identificarlos con los personajes a los que pertenecen. Además, se utilizan (sobre todo en la ambientación de la casa de Felisa, rebautizada Delicia hacia el promedio del film) colores rebosantes de vitalidad (rojo, verde, iluminación colorida), que nos remite (fugazmente) al tratamiento de color tan característico de Vicente Minelli (hay que destacar también que Felisa mira telenovelas y posee un tocadiscos, el mismo que le permite desnudar su sencillez ante Amado y bailar para concretar su relación). Abundan los primeros planos para entrar en la subjetividad de los personajes, denotando unas actuaciones acertadas y unos personajes bien definidos.
La historia es conocida, sencilla y acotada, pero funciona. El arte nos permite reflexionar sobre nuestro alrededor y nuestra propia existencia, y para ello no hay límites de edad. Ahora sí, no esperemos toda una vida para empoderarnos de nuestras propias acciones o esperando que la casualidad nos sorprenda sin tomar acción, será que Delicia intenta que no se repita la pregunta clave del film “Decime, ¿por qué tardaste tanto en llegar?”. No tardemos, ni esperemos. Actuemos… y rápido.