En Después de Catán, Víctor Cruz ensaya dubitativo sobre su oficio como realizador. Mientras tanto, la templanza en las miradas de Celia Frutos y Lorena Décima documentan un problema más urgente: el del fracaso de la basura en provincia de Buenos Aires.
La primera escena retrata una inquietud foránea trabajada por Cruz desde hace varios años. En sus obras anteriores japonés, italiano y español confluían como particularidades de sus testimonios. En esta ocasión ellos se entrecruzan con la ágil productividad del chino y las frustraciones del realizador. En este cruce de culturas, durante ciertos instantes el subtitulaje adquiere preponderancia por encima de lo visual.
Es en el movimiento de la mirada de Celia y Lorena donde la obra se siente genuina además de esas decisiones técnicas. Durante sus escenas, Cruz respeta la íntima dignidad de ambas mujeres cortando a negro y recortando el plano cada vez más. En vez de movimientos truculentos de cámara, los cortes resaltan con brevísimos silencios lo omitido y la emoción escondida.
Más firmezas como esta habrían afianzado las preguntas de Cruz sobre documentar. Su propio tono de voz suena autoimpuesto cuando duda del alcance de sus herramientas. Él también se está reflejando en el dilema de la basura. Pero ejerciendo como montajista, su inquietud queda por encima de las entrevistadas.
En 2019, Ulises de la Orden también se planteó el problema de CEAMSE y la basura en provincia de Buenos Aires con Nueva Mente y sus efectos en trabajadores y ciudadanos. Su búsqueda pedestre era más honesta.
En cambio, Cruz reconoce desde el subtítulo que está ensayando su propio sujeto y está cuestionando los alcances documentales. El ruido surge cuando nos enfrentamos a un tema donde hay activismo y afectados como el de la basura. Un yo imponiendo su perspectiva y desestimando el cine resulta engañoso. Aún si el documental deforma a sus ‘personajes reales’, también forja cambios sea a partir de pequeños alcances en nuestro pensamiento y emoción.
Como ha hecho en sus obras anteriores, sería sensato pedir mayor ecuanimidad y urgencia entre los personajes de Cruz y él mismo. Finalmente el dilema está en que toda decepción frente a las herramientas expresivas es libre e inevitable, como el valor que le damos a lo que otros consideran basura. Lo que no es relativo, ni siquiera en términos ensayísticos, son las consecuencias contaminantes de los entes gubernamentales y estatales sobre cada organismo biológico.