Sucedió una noche
Con su thriller distópico Días Extraños (Strange Days, 1995), la directora Kathryn Bigelow recreaba en clave futurista las contiendas racistas que alumbraron la primera mitad de los años noventa. Los disturbios que acontecieron durante 1992, luego de que en el juicio contra los oficiales de policía que agredieron a Rodney King sean absueltos, marcaban el trasfondo que Bigelow intentaba remarcar para generar conciencia sobre la crisis social que afectaba a toda una nación. En Detroit: Zona de Conflicto (Detroit, 2017) la cineasta galardonada por la Academia regresa sobre estas cuestiones, aunque tomando como suceso principal el asesinato de tres afroamericanos a manos de un grupo de uniformados durante la revuelta popular que se asentó en las calles de Detroit en 1967.
Después de su tratado sobre las invasiones norteamericanas en Medio Oriente, de la mano de las magistrales Vivir al Límite (The Hurt Locker, 2008) y La Noche más Oscura (Zero Dark Thirty, 2012), Bigelow se concentra en un relato pesimista a tono con el debate candente que tanto repercute en la industria de Hollywood. En su nueva colaboración junto al guionista Mark Boal, Bigelow pone la lupa sobre aquella noche en que un grupo de policías y gendarmes torturaron a un grupo de civiles que se estaban hospedando en el Hotel Algiers, y a quienes se acusaba de estar encubriendo a un francotirador. El incidente finalizó con la muerte de tres hombres de color a mano de los oficiales.
El guion de Boal se basa en el relato de uno de los sobrevivientes, y el posterior juicio contra los policías implicados en el hecho. La directora de Punto Límite (Point Break, 1991) amplifica uno de los debates más candentes de la agenda hollywoodense en sintonía con el estilismo documentalista de Paul Greengrass (ese dinamismo en los despliegues para encadenar secuencias realistas), mientras sacude la cámara en mano por ambientes cerrados, y hace un uso constante del primer plano para retratar la tensión de sus protagonistas.
Entre los personajes que remarcan el desarrollo del conflicto sobresalen el policía racista que lidera las torturas (un antagonista despiadado personificado con excelencia por Will Poulter), el vocalista de un grupo en ascenso que es víctima de los oficiales (toda una revelación a manos de Algee Smith), y un guardia de seguridad negro que participa del brutal interrogatorio (el ascendente John Boyega).
Detroit: Zona de Conflicto es un manifiesto crudo sobre la brutalidad autoritaria, amparado por los métodos magistrales de su directora, y las brillantes actuaciones de Poulter y Smith. Si bien fue injustamente menospreciada por sus compatriotas durante la temporada de galardones, se asegura como la película más cruda sobre la temática, si tenemos en cuenta la cantidad de títulos que se asomaron en la cartelera acentuando su denuncia contra el racismo. Una vez más, Bigelow construye mediante su pulso cinematográfico una relectura atemporal de los síntomas que todavía continúan afectando a los americanos con total impunidad.