SE VIENE EL ESTALLIDO
Una película necesaria para entender que los problemas raciales no son sólo cosa del pasado.
Hasta la fecha, Kathryn Bigelow sigue siendo la única mujer en la historia que levantó el Oscar a Mejor Director. Se hizo su buen nombre e incursionó en casi todos los géneros, generalmente, reservados para el sexo masculino; y en los últimos años dejó su huella con este tipo de historias basadas en hechos reales, y/o con trasfondos políticos que suelen levantar controversia, o al menos, invitar a la discusión.
“Detroit: Zona de Conflicto” (Detroit, 2017) toma como eje una serie de disturbios desencadenados en dicha ciudad en el año 1967. Reclamos sociales por parte de la comunidad afroamericana en una ciudad con poca tolerancia, desmadres violentos y saqueos ocasionaron la intervención de la Guardia Nacional, pero la directora se concentra en un confuso episodio que terminó con tres jóvenes afroamericanos muertos y otros nueve heridos y torturados a manos de la policía, durante la noche del 25 de julio en el Algiers Motel.
Sabemos que siempre hay dos lados de una misma historia. Bigelow y el guionista Mark Boal, con quien ya hizo equipo en “Vivir al Límite” (The Hurt Locker, 2008) y “La Noche más Oscura” (Zero Dark Thirty, 2012), intentan ser imparciales y, en un principio, parase en amabas veredas guiándose más que nada por archivos televisivos y testimonios de los involucrados porque, al fin y al cabo, todo terminó siendo la palabra de unos contra los otros.
Los amotinamientos, la violencia, los destrozos no pueden ser justificados, pero mucho menos la opresión de la policía y el abuso de la autoridad local que nunca pudo (ni supo) manejar una situación que se les salió de control rápidamente.
Estamos en épocas de segregación, de lucha por los derechos civiles, pero también de una larguísima ola de violencia que se extendió desde 1964 hasta 1968 por varias zonas de los Estados Unidos. No todos los ciudadanos de color estaban dispuestos a acatar las reglas y sentarse en la parte trasera de los autobuses. Cuando la gota rebalsa el vaso comienzan los desmanes, y muchas veces, los reclamos de justicia se convierten tragedias.
“Detroit: Zona de Conflicto” se centra en un hecho puntual, pero engloba un sentimiento que todos conocemos, aunque muchas veces nos cueste asimilar. El racismo/xenofobia existió y NUNCA va a dejar de existir (lamentablemente), y así es como esta película se convierte en un documento necesario para estos tiempos, aunque sea una historia lejana y ajena para cualquiera de nosotros.
Bigelow recrea a su manera, con crudeza y una cámara vertiginosa casi documental. Arranca con la redada a una fiesta privada que desencadena los primeros disturbios; sigue con el despliegue de la policía y la Guardia Nacional; nos presenta a Krauss (Will Poulter), un oficial de gatillo fácil y sus compañeros; The Dramatics, una banda de R&B que debe cancelar una gran oportunidad para el estrellato a causa de los desmanes; y Melvin Dismukes (John Boyega), guardia de seguridad que intenta mantener el orden a su alrededor.
En un punto, todos confluyen en el Algiers, pero los verdaderos problemas comienzan cuando uno de los huéspedes dispara un arma de salva contra los soldados atestados al otro lado de la cuadra. Sí, malísima idea, pero uno no esperaría que una broma de mal gusto termine en semejante masacre. La policía irrumpe en busca de la pistola y del responsable, pero sólo encuentra a jóvenes afroamericanos y dos chicas blancas pasando un buen rato. La tensión sube más rápido que la temperatura en verano, y una vez que se desatan las golpizas y las amenazas, ya no hay vuelta atrás porque los policías, entre ellos Krauss, no tienen la forma de encubrir su accionar.
Bigelow se pone detallista y no se contiene a la hora de la violencia. Nunca lo hace, y acá, aunque muchas veces se excede y roza el morbo, está dejando bien clara su postura sobre el abuso de poder, la desigualdad, los miedos y el “no te metas”.
Imposible no empatizar con todos estos personajes y la injusticia a la que están sometidos. La directora también se encarga de señalar a los “villanos”, pero también a ese sistema imperfecto y un tanto prejuiciosos que les permite salirse con la suya.
“Detroit: Zona de Conflicto” avanza, como muchas de las películas de Bigelow, impulsada por la tensión de los hechos. No deja de ser un thriller cargado de violencia y dramatismo, pero pesa mucho más (y duele) cuando lo ponemos en contexto. Una de esas películas difíciles de mirar, pero que hay ver para seguir cultivando la empatía.
LO MEJOR:
- La contundencia de las imágenes.
- Un elenco más que sólido.
- La relevancia que alcanza en este momento.
LO PEOR:
- No hay necesidad de ser TAN explícitos, ¿o sí?
- Bigelow se olvida de los grises.