Detroit – Zona de Conflicto: Cruda y violenta tensión histórica.
Vuelve a la pantalla la única mujer en ganar un Oscar a Mejor Dirección, combinando una vez más la autenticidad documental con una fuerte ficción retratando los hechos ocurridos en los disturbios de Detroit a fines de los ’60.
En el clima moderno de constante puja por conseguir diversidad de voces tanto detrás como frente a la cámara, es realmente valioso tener a una directora ganadora del Oscar (la única hasta ahora) que no sea tenida en cuenta en charlas del tema por el simple hecho de ya estar establecida hace años como uno de los principales nombres en la industria.
Kathryn Bigelow se separo de James Cameron el mismo año en que dirigió la ahora clásica cinta de acción Point Break, y desde entonces (pasando por un par de nominadas y ganadoras del Oscar como Zero Dark Thirty y Hurt Locker) dejo atrás el nombre de su ex-esposo, como si fuese fácil salir de la sombra de uno de los directores más importantes de la historia moderna. Lo hizo gracias a excelentes películas y un estilo propio, ya realizado en sus últimos trabajos, que gira en torno a un crudo realismo basado en hechos reales. Detroit: Zona de Conflicto no es la excepción.
Eligiendo el camino de un híbrido entre ficción y documental, es un drama histórico que retrata de forma tan incomoda como necesaria la tensión racial que se vivió en la ciudad de Detroit a fines de los años 60. Dónde la violencia tomo las calles durante varios días en los que la policía y la población de color se enfrentaron constantemente en un verano en el que se registraron más de 150 disturbios. Retratar fielmente el aspecto histórico es la prioridad de una trama sin protagonista definido que desarrollara un grupo de personajes que culminaran reuniéndose en un hotel durante una larga noche que cambiara (y en algunos casos, terminara) sus vidas, cuando la policia irrumpe en búsqueda de armas de fuego tras escuchar disparos.
El elenco tiene mucho más talento que renombre. Sin dudas John Boyega es un nombre que servirá para atraer algo de público desde una galaxia muy, muy lejana y aunque su papel es limitado termina realizando una correcta labor, tratándose de un personaje integral para el desarrollo de las temáticas que el film propone. Principalmente se plantea a si mismo como un punto de partida para discutir las conexiones entre el color de piel y el abuso de poder. Encarnando esto segundo esta, seguramente, la estrella de la película: el joven Will Poulter con el papel de un oficial con las dosis justas de ignorancia y odio como para reflejar no solo las luchas de ese momento sino también sentimientos todavía demasiado contemporáneos.
Aparte de nombres familiares como John Krasinski (The Office), Tyler James Williams (Everybody Hates Chris) y Anthony Mackie (Falcon en el Universo Marvel) en pequeños papeles, el elenco esta compuesto en su mayoría por relativos desconocidos. Las grandes estrellas suelen necesitar mucho talento, y en algunos casos maquillaje, para entregar actuaciones realmente inmersivas o autenticas por lo que la decisión de mantener un joven elenco de bajo perfil solo ayuda al film.
Especialmente con casos como el de la revelación de Algee Smith, que en el papel del líder de una banda de R&B atrapado en circunstancias extremas entrega una increíble performance que vale todo tipo de alabanzas que puedan darle. Es un personaje periférico al que los eventos terminan por cambiarle la vida definitivamente, y el desarrollo (o el viaje) de su personaje sirven prácticamente como una película dentro de esta película. Que haya afectado de forma tan fuerte e irreversible a uno de los personajes no tan centrales es importante para el mensaje del film, para retratar el impacto que tuve y tienen eventos como este.
La dirección y el guion llevan de buena manera el elenco, aunque por momentos comparte sientas sensaciones negativas con el trabajo anterior de Bigelow. Como con Zero Dark Thirty (sobre el escuadrón que encontró a Bin Laden), esta la sensación de que por más bondades que traiga a la mesa la dirección, termina recurriendo demasiado a la importancia histórica más que ganándose el drama con sus escenas. Es una valiosa lección de historia enmarcada en una impecable ficción llena de tensionante drama, pero no logra trascender la combinación de estas dos facetas para terminar entregando algo verdaderamente especial. Aunque competente y relativamente ambicioso, el guion no logra capturar el peso que si le dan tanto la dirección como las actuaciones a los hechos. A pesar de que en el momento los sentidos sean atacados por el sentimentalismo de las actuaciones y la guía de la dirección y el montaje, sin la fortaleza de un guion que iguale o supere esos rendimientos terminamos con una película que no durara mucho en la cabeza de la audiencia por algo más que el shock sensorial que logra por momentos.
Si viste y disfrutaste de los últimos trabajos de Kathryn Bigelow, no solo sabes lo que esta película ofrece sino que seguramente ya sepas que te va a gustar. Tiene todas las fortalezas de su directora, y a pesar de combinarlas con un buen guion y elenco no terminan de hacer un producto tan valioso como la fortaleza de su evento histórico posibilitaba. El respeto quizás le haya ganado la pulseada, condenando la cinta a una experiencia que aunque disfrutable termina solo haciéndole justicia a tantas historias que ocurrieron en ese largo verano de 1967 y que merecen ser contadas.