Transpuesta al cine en varias oportunidades, la obra de Adolfo Bioy Casares tuvo en los últimos tiempos una aceptable adaptación como la de El sueño de los héroes, de Sergio Renán. Ahora Alejandro Chomski se suma a la lista de realizadores atraídos por su literatura, adaptando el libro Dormir al sol, a priori un material interesante dentro de un marco ídem: el enigmático barrio porteño de Parque Chas.
Pero esta historia ambientada en los años 50, que aborda la locura (o acaso la bipolaridad, aún no definida así en aquella época) y que se interna en extraños -y fantásticos- vericuetos del comportamiento humano, pese a sus esfuerzos formales, no termina de convencer. Tanto la trama, que deriva en una prodigiosa transmutación de almas, como ese pequeño laberinto urbano que representa esa zona de Buenos Aires, no están aprovechados a pleno. Más allá de
ciertas imágenes subjetivas -relacionadas con perros-, ofrece una ambientación correcta pero precaria, con actuaciones ceñidas a personajes limitados que luchan por salir a flote. Dormir al sol (título sobre el que, por otra parte, no hay referencias durante el metraje) es un film demasiado medido que no alcanza clímax ni atmósferas pesadillescas -o kafkianas-, acordes con la imaginación puesta en juego en el texto original.