Respetamos tanto a Bioy...
Cuidada, prolija, respetuosa, fiel. Esos cuatro adjetivos (en principio, de connotaciones positivas) son también el "problema" de esta transposición de la aclamada novela del gran Adolfo Bioy Casares.
Es que esa veneración que Chomski (el mismo de la intensa, vertiginosa y moderna Hoy y mañana) se convierte en imposibilidad de "traicionarlo", de apropiarse del material para construir algo con ínfulas y potencia cinematográficas. El resultado, por lo tanto, es un film riguroso pero académico, sólido pero acartonado, al que se le extraña la fluidez, la ironía y la fascinación que despiertan la prosa de Bioy (problemas que también se evidenciaban en El sueño de los héroes, de Sergio Renán).
La historia original del relojero (Luis Machín) y su esposa (Esther Goris) en la Buenos Aires de los años '50 tiene ambiciosos y audaces elementos fantásticos (aborda desde la locura hasta el tráfico de almas) en medio de un universo más propio del costumbrismo. Chomski los desarrolla en imágenes, pero ni los climas, ni el suspenso ni los personajes (esquemáticos, sin carnadura) están a la altura.
Queda para rescatar el impecable trabajo visual, la solvencia técnica del conjunto, la sobria reconstrucción de época. Pero, se sabe, con eso no alcanza. El cine argentino aún sigue en deuda con Bioy.