Te amo en cuerpo y alma
El realizador argentino Alejandro Chomski transpuso la novela fantástica de Adolfo Bioy Casares con una puesta en escena rigurosa. Apoyado en un casting efectivo, su film reflexiona –sin solemnidad- sobre la dicotomía entre cuerpo y alma.
Lucio (Luis Machín) y Diana (Esther Goris) componen un matrimonio de clase media “trabajadora”. Él es relojero y da la sensación de que mide su vida con los mismos instrumentos que emplea en su trabajo. Tal vez por ello quiere que su mujer supere la angustia que le ocasiona no tener hijos y “encaje” mejor en su vida privada y también en la vida social. A simple vista cuesta ver una crisis familiar, pero la desazón de Diana se deja entrever en los pequeños actos cotidianos. Siguiendo el consejo de un entrenador de perros amigo, interna a su esposa en un hospital para enfermos mentales, sin sospechar que los problemas no sólo no se solucionarán, sino que además mutarán hacia zonas insospechadas.
El escenario es Parque Chás, posiblemente hacia los años ’50. Pero más allá de su temporalidad, es crucial su cualidad concéntrica, que encuentra una analogía en el drama de Lucio. Como una espiral que lo ata a su destino, hay algo de ribete kafkiano en su devenir, palpable en la narrativa del gran Bioy Casares. La directora de fotografía Sol Lopatin lleva su tarea al borde de la sobre-exposición, produciendo así una sensación de extrañamiento que está a un paso de la pesadilla. Pero lejos de teñir al relato de una magnificación impostada, esta decisión ameniza el terrible drama que acontece tanto a Diana como a su marido. En sintonía, la película oscila entre el tono dramático y el cómico, sin inclinarse hacia ningún extremo.
El asunto se complica una vez que Diana llega a su casa, luego de la internación. ¿Se trata de la misma mujer? “Uno quiere al otro también con sus defectos”, le dirá Lucio al doctor Samaniego (Carlos Belloso) en un momento clave. Chomski tensa la fina separación entre género fantástico y extraño al no explicitar desde el comienzo la adscripción absoluta al primero. Esta decisión produce una mayor fascinación por la dicotomía entre cuerpo y alma, telón de fondo de Dormir al sol (2010). Es por ello que el primer acierto del film es mantener la época y –de esta manera- llevar las posibilidades de lo fantástico hasta bordear el humor absurdo. Para ello contó con un casting insuperable, en el que tanto Machín como Goris y Belloso componen singulares criaturas que producen risas y pena. También es efectiva la inclusión en el reparto de Florencia Peña como la cuñada enamorada, a la espera de la disolución matrimonial. No es menor el trabajo realizado con los perros, centrales en el relato (ya verán por qué). En pocas escenas transmiten todo el pathos necesario para que la historia sea verosímil.
Dormir al sol es una de las pocas propuestas interesantes que ha dado San Luis Cine, junto a Cama adentro (Jorge Gaggero, 2004). Una cuidada realización que explora al “fantástico nacional” con genuinas herramientas cinematográficas, dándole cabida al humor más inteligente para abordar uno de los tantos misterios humanos.