EL MAPA Y EL TERRITORIO
Sobre perros y almas
Ejercicio interesante el de la transposición. El hecho de tomar un cuento o una novela y transponerla a la pantalla requiere de una gran capacidad de criterio, de decidir qué conviene dejar de lado y qué no. Pasar de lo literario a lo audiovisual y no perder en el camino lo más importante- la conciencia del origen. Sin ir más lejos, en el cine nacional hay un gran ejemplo de transposición: Un Oso Rojo. La película de Caetano funciona como una relectura de "La Odisea", de Homero, de forma concisa y eficaz, manteniendo algunas claves a nivel argumental y logrando transmitir las mismas pasiones que su antecesora. Otro ejemplo partiendo del mismo texto es el film ¿Dónde estás hermano?, de los hermanos Coen, que es quizá más desarrollado y funciona a otro nivel- el de la completa autoconciencia. Alguien que no leyó "La Odisea" se pierde numerosos detalles de la trama, mientras que en el caso de Un Oso Rojo no. ¿Qué es entonces lo que hace a una transposición? Pienso en el caso de un film más reciente, La Carretera, de John Hillcoat. La novela original, de Cormac McCarthy, es una obra maestra de la literatura post-apocalipsis. La película, como tranposición (y a mi parecer) no funciona del todo bien. Y se trata de un caso particular, porque posee varias escenas que parecen calcadas del texto original y es sumamente fiel con todos los giros argumentales. ¿Qué es lo que la hace entonces una transposición no tan lograda? Simplemente no supo transmitir el mismo "aire" que en la novela. Falla allí en donde no se puede fallar, que es en el espíritu del original. No estoy diciendo que sea película mal realizada (lejos está de serlo) sino, simplemente, que no funciona en su traspaso. En el caso de Dormir al sol, de Alejandro Chomski, pasa algo similar. Es un excelente ejemplo de una transposición mal realizada, aunque en este caso, aún si se cortara toda relación con la novela corta de Adolfo Bioy Casares, la película continúa fallando por todos lados. Es decir, no se trata sólo de una fallida transposición, sino también de un fallido producto audiovisual.
Luis Machín y Esther Goris son los protagonistas del nuevo film de Alejandro Chomski.
Lucio Bordenave (Luis Machín) es un devenido relojero que vive en su humilde hogar de Parque Chás junto con su mujer, Diana (Esther Goris), intentando sacar a flote un matrimonio venido a menos, principalmente debido a la inestabilidad psicológica de Diana, quien ha sido víctima de ataques y ha estado internada. La vida de Lucio es gris, opaca, plagada de aburrimiento y sin nada, ni siquiera sexo, que le de alguna emoción. Todo cambia cuando un día, el Dr. Standle (Enrique Piñeyro), un misterioso personaje que experimenta con perros, insta a Diana a ser internada en un instituto frenopático. Así, Diana se separa de Lucio, quien intenta vanamente retenerla al comienzo, y luego se presenta en el atroz instituto para poder verla pero la visita le es negada. Cuando Diana vuelve, aparentemente "curada", Lucio comienza a notar numerosos cambios en ella, hasta el punto de sospechar que quizá no sea la misma Diana de siempre. En este punto, el relato entre en una espiral de misterio y fantasía en la que intervienen perros, cambios de identidad, procesos de transplante de almas, felatios y escapadas. Un cóctel que funciona a la perfección en la novela homónima de Casares, quien plantea un mundo en la línea de "La invención de Morel" en donde todo es posible pero que en la película falla, cae por peso propio principalmente debido a un incorrecto trabajo de transposición y una realización pobre, desganada, y que no aporta nada nuevo al panorama cinematográfico argentino.
En primer lugar, desde los minutos iniciales del film nos topamos con un obstáculo claro al momento de introducirnos en el mundo diegético que se nos propone: la poca credibilidad de la ambientación. Es difícil realizar una película de época, y en este caso es una de las principales fallas. Todo luce falso, impuesto, obligado a ser. Incluso en las tomas cenitales, en las que se intenta mostrar toda la magnitud de los autos antiguos, las bicicletas vintage y los acertados vestuarios, vemos un asfalto agrietado, con innumerables arreglos, imposible de ver en la época en la que se ambienta el film, plagada de adoquines. No es un intento de buscar la falla, sino una consecuencia directa de lo que vemos. Y es aquí en donde entra el tema de la tranposición. Sí, la novela original está ambientada en la misma época. ¿Pero es necesario que la película también? A lo que me refiero es que en el proceso de transposición hay que imprimir un carácter, una intencionalidad, evitar que la película pareza un libro filmado, que es lo que sucede en este caso. Combinemos eso con la dificultad asombrosa desde el punto de vista de la producción que debe haber significado obtener semejante cantidad de vestuario y de automóviles, y la respuesta es clara. Y a no confundir con facilismo, es una mera propuesta. A mi parecer, la historia incluso hubiera tenido más impacto situada en el presente, y así, de esa manera, incluso se hubiera podido evitar los diálogos "leídos", carentes de emoción y plagados de marcas de estilo (mucho "usted") que tiran la credibilidad por el piso, sobretodo al recitarlas Esther Goris quien, con franco respeto, resulta insufrible. Hay, incluso, algunos pocos momentos en los que vemos una idea original con respecto a la novela, una intención: los planos cenitales de los perros durmiendo en balsas que avanzan por aguas oníricas. Esto, que funciona como referencia a un diálogo de la novela que da título a la obra (la costumbre de los perros de dormir al sol), es el mayor acierto de esta película. Y justamente lo es porque impone un trabajo de cambio, un ejercicio de intencionalidad que se separa y, lo que es más importante, propone. Así es que, a mi parecer, se ha puesto el ojo en el lugar equivocado; se me hace la idea de que el realizador estuvo más preocupado por la ambientación que por la dirección de actores o por, como venimos diciendo, el trabajo de convertir una muy buena novela en una muy buena película, que funcione como producto audiovisual y no como mera referencia, consecuencia, nota al pie, como agregado del libro del autor argentino.
El aspecto policial de la narrativa nos hace vislumbrar el texto de Casares a la perfección.
Entre los aciertos de la película de Alejandro Chomski debo resaltar la composición de cuadro. Hay planos muy elaborados, muy impresionantes a la vista, que hablan de un muy buen trabajo de encuadre y fotografía. Prevalece el centrado, incluso mediante paneos o travellings, lo cual también resulta muy acertado y funciona a la perfección, como es el caso de las tomas estáticas de las fachadas de las casas, que debido a su reiteración (al igual que los planos de las balsas), tienen éxito en su propósito. Esto es, a mi parecer, lo más interesante de este film. Hay, sin embargo, ciertos fallos dentro de la fotografía. Por ejemplo, el acto (ya sea intencional u obligado) de contrastar los colores del instituto por fuera se me hace, con perdón de la palabra, berreta. Son planos que no pegan con nada y se hace evidente la intención de dar a ese lugar un aspecto macabro, de generar tensión allí donde no la hay con recursos que resaltan por su trazo grueso. Otro desacierto es todo el tema relacionado con la música. Y aquí sucede algo interesante. Esta música dista mucho de ser pobre, es incluso bastante llamativa. El problema es cómo está utilizada. Por momentos pareciera que todo el peso de la tensión de la trama recayera sobre las teclas de piano de la banda sonora. Así, antes de escuchar el disparador de la tensión, antes incluso de ver la reacción en el rostro del protagonista, oímos esas teclas, casi un indicador de que lo que está pasando es algo tremendo, inusual, fantastioso o macabro. Una pena, porque, como dijimos, la música es interesante por sí sola. Casi como un presagio, asistimos a los créditos iniciales en los que vemos una sucesión de planos de lo que parecieran ser dibujos de anatomía humana, sostenidos por una banda sonora que nos genera intriga y expectación. Todo funcionaría si no fuera por la horrorosa tipografía que se sobreimprime en estos planos, con su agregado y no menos horroroso sombreado, que casi tiran por la ventana todo el interés que se había creado hasta el momento. Otro factor que también deja bastante que desear es el de las actuaciones. Luis Machín, en su rol protagónico, hace lo posible para no caer, como el protagonista de "La Invención de Morel", en el olvido absoluto. Así tiene algunas líneas que logra que sean de lo más memorable del film ("un reloj que no funciona bien da mala impresión") pero su personaje nunca deja de ser acartonado, llano, sin nada interesante para mostrar. Lo mismo le sucede al personaje de Enrique Piñeyro, quien no sale del "monotonismo" y, aunque esto sea buscado, no funciona, al igual que el macabro doctor encarnado por Carlos Belloso. Esther Goris es, a mi parecer, la que más agua hace. Sus reacciones son impuestas, premeditadas y "subactuadas", su personaje es bastante insoportable y no existe ni por casualidad un mínimo de empatía con el público (algo que sí sucede, aunque en muy pocos momentos, con Luis Machín). Las que mejor paradas quedan son Florencia Peña en su rol de cuñada necesitada de amor, y Vilma Ferrán, con buenos pasajes de chismosas que aportan naturalidad y aire fresco allí donde todo es cantado y unidimensional.
La puesta en escena es uno de los pocos aciertos de este film.
Me gustaría hacer un comentario antes de terminar. Es una pena que no haya una promoción más ardua de la enorme cantidad de films argentinos que se realizan por año. ¿Cuántas personas sabían de la existencia de esta película hasta el momento? Sin ir más lejos, ¿cuántas veces vemos un tráiler en un cine de una película nacional? Y si de esas pocas, sacamos las que son realizaciones de directores de renombre, nos quedamos con cero. Dejando de lado que pocas veces he visto un buen tráiler argentino (no se entiende que menos es más, que no es un medio para contar absolutamente toda la trama sino para dar ganar de ir al cine a ver el film), hace falta una iniciativa que inyecte al espectador de ganas de ver su propio cine. Hay varias excelentes producciones argentinas por año que son vistas sólo por un puñado de personas. Esperemos que esto cambie pronto, que se tome conciencia de la riqueza que tenemos ante nuestros ojos y se promueva el acto de ir al cine. Es por esto que rescato mucho la intención de Chomski como de todo el cuerpo creativo y técnico que tuvo que ver con el film de transponer una obra de un reconocido autor argentino como lo es Bioy Casares. Existe una amplia variedad de textos en el ambiente literario que son sumamente ricos para llevarlos a la pantalla grande, y poca gente parece notarlo. Es por esto que se rescata la iniciativa, y espero sinceramente que esta sea la primera de varias aproximaciones del cine argentino a las letras de su país en la actualidad. Es una lástima que esta película haya sido un intento fallido, pero por lo menos es un intento. Sólo falta diferenciar el mapa del territorio, aportar una visión personal de las cosas, despegarse de los originales. Sólo así se dará una obra que se sostenga por sí sola, orgullosa, lejos de depender de su causa, más lejos del homenaje y más cerca de la autoconciencia de la obra audiovisual.
Casi un acto mágico, el de saberse cine.