Con sus idas y vueltas entre la Argentina y los Estados Unidos, Alejandro Chomski terminó filmando Dormir al sol, adaptación de un texto de Adolfo Bioy Casares que, definitivamente, marca el abordaje del autor literario sobre lo fantástico. Dormir al sol es una apuesta arriesgada para el cine nacional: film de época, es una historia de amor trágico que se acerca al thriller y a lo sobrenatural que aparece en los límites de la realidad. Aquí un relojero decide internar a su esposa en una clínica frenopática, debido a un mal que padece pero del que nunca se clarifica demasiado. Todo está cargado de misterio en Dormir al sol, y bien ilustrado por la fotografía y la dirección de arte. No quiero cargar las tintas, pero la presencia de Esther Goris es uno de los lastres que debe cargar el film: sus líneas de diálogo parecen casi recitadas, arrastrando en la impostura a un buen actor como Luis Machín. De hecho, cuando su personaje pierde presencia, sobre la última media hora, Dormir al sol levanta, mostrándose más fluida y menos acartonada. Lo que demuestra el film, aún con sus aciertos parciales y su tono menor, es que la Argentina tiene una gran literatura sobre la cual fijarse si hay deseo de trabajar los géneros. Por ese lado podemos saludar la apuesta de Chomski, que luce tal vez como un buen capítulo de La dimensión desconocido. A lo mejor que no pase de la anécdota es su mayor problema.