Tal como lo indica su título, esta nueva visita a Downton Abbey permite profundizar en personajes entrañables que se abren a un nuevo horizonte ante los cambios de la sociedad.
La idea de Julian Fellowes de continuar la historia de la aristocrática familia Crawley en el cine tuvo su origen en la convicción de que el éxito de la popular serie –que completó seis temporadas- podía trasladarse a la gran pantalla, pero sobre todo en la certeza de que el público quería seguir en compañía de sus amados personajes un tiempo más. El éxito monumental de la primera versión fílmica de Dowtown Abbey en 2019 fue prueba más que suficiente de que la lógica anacrónica y escapista que promete ese universo es más que bienvenida, incluso vía el pago de una entrada. Ahora ha llegado el segundo acto, similar al primero, pero sin las exigencias de presentarse a nuevos espectadores y con la conciencia de que el tiempo de sus personajes y sus actores también resulta perecedero. Si bien los efectos de la pandemia parecían amenazar la rentabilidad de esta aventura, ahora que las únicas grandes producciones que tienen el reino asegurado en la gran pantalla provienen del conglomerado de superhéroes, Fellowes reitera la fórmula que conoce mejor. Recordemos que la clave original de la serie era una milimétrica cruza entre la narrativa que el autor había probado en el guion de Gosford Park –con la misma dinámica entre el arriba y el abajo, los señores y los sirvientes, sin el crimen de salón pero con algunas intrigas melodramáticas-, y una canónica pincelada de los cambios sociales que experimentó Inglaterra en el primer lustro del siglo XX, luchas y tensiones que la serie digirió con el brillo apropiado. Como dice la Violet de Maggie Smith en esta nueva era: “Superar lo imprevisto, de eso se trata la vida”. Y en ese ir en paralelo a la Historia, Fellowes desarrolló un mundo propio para los Crawley, con sus conflictos de linaje y alcoba, sus amores perdidos y sus rentas en recesión, pero signados por el ingenio en los diálogos, el charme en los vestuarios y los imponentes decorados de la campiña inglesa. Nada de eso cambia en esta nueva película pese al anuncio de “una nueva era”. Lo que anuncia el futuro en realidad es una progresiva consciencia de la despedida de ese tiempo, recogida por la voz de la matriarca del clan y la actriz emblema de la saga: Maggie Smith. Ya en el final de la entrega anterior había signos del pasaje de mando a sus herederos, sobre todo a partir de la construcción de Lady Mary como la nueva rectora de Downton Abbey y de Michelle Dockery como el epicentro de cualquier posible continuación del querido universo. Downton Abbey: Una nueva era confirma todas nuestras sospechas, pero al mismo tiempo trae algunas novedades. La historia comienza a fines de los años 20 con el espléndido casamiento de Tom (Allen Leech) y Lucy (Tuppence Middleton), el descubrimiento de una herencia inesperada para Violet y la confirmación de que la era del cine mudo ha concluido. La inesperada muerte del marqués de Montmirail revela que su espléndida villa en la Costa Azul ha sido legada a Violet gracias al recuerdo de unos días de verano que compartieron en su juventud. Más allá de la sorpresa, la noticia del polémico testamento y de la disputa legal que parece decidida a iniciar la marquesa –interpretada por la actriz Nathalie Baye- lleva a una comitiva de los Crawley a pasar unos días en Francia y descubrir algunos secretos en la vida pasada de la abuela. Mientras tanto en Inglaterra, Downton Abbey se convierte en el escenario de una película, The Gambler, una de las últimas reliquias de la era silente. Las dificultades financieras que siempre parecen acechar a los Crawley convencen a Lady Mary de convertirse en la anfitriona del equipo de rodaje de la British Lion en un melodrama que recuerda a aquel The Dueling Cavalier que parodiaba Cantando bajo la lluvia. Es que de allí sale el homenaje a ese tiempo incierto de pasaje del mudo al sonoro que convierte al set improvisado en las tierras de los Crawley en un territorio de voces chillonas, disputas de egos e intentos de subirse a la fiebre de las talkies. Esa es la línea argumental que mejor funciona, aun cuando sus citas a Napoleon de Gance, a la célebre The Terror de Roy del Ruth –una de las primeras películas en usar sonido sincrónico en todo el metraje- y a la propia Cantando la lluvia sean superficiales. No solo explota ese juego entre lo real y lo representado, mantiene la fantasía como última propiedad de ese mundo anticuado que es Downton y aprovecha las incorporaciones de Dominic West, Laura Haddock y Hugh Dancy, cada uno con sus historias de amor o redención. Downton Abbey: Una nueva era se mantiene firme dentro de los límites de un universo prolijamente diseñado, sin aventurarse a decepcionar a sus fans ni a perder esa mística inventada. Las fotografías donde todos se acomodan para la cámara son el mejor ejemplo de la tarea de Fellowes: evitar que nada ni nadie se salga del encuadre.
La primera sensación que tendrán los fanáticos de la serie, con ese castillo, su familia y sus vidas plagadas de tradiciones, con amores, odios, sabiduría y torpezas, ese mundo de los aristocrático y de quienes son sus sirvientes, es revisitar un universo conocido, un reencuentro. Pero también es una vuelta de tuerca para seguir sacándole el jugo a una creación de Julian Fellowes que derivó en una atracción globalizada que tiene seis temporadas, 52 capítulos y una segunda película que tiene un público cautivo asegurado. Así como en el primer largometraje la visita del rey ponía todo patas para arriba, aquí el gran misterio corresponde a la matriarca de la familia que ha recibido como herencia una villa en el sur de Francia, de parte de un noble francés. De ese hecho surgirán no pocos conflictos de herencia, orígenes y razones. Pero los que se quedan en el lar familiar aceptan que se filme una película porque con lo que les pagan arreglaran el techo con goteras del castillo. Pero además es el momento de transición entre el cine mudo y el parlante. Y por si esto fuera poco hacia el final a toda orquesta, muy bien logrado hará que los fanáticos que preparen los pañuelos.
El agridulce sabor del final La exitosa serie creada por Julian Fellows regresa una vez más con una nueva película tras las seis temporadas iniciadas en 2010 y culminadas en 2015 y la película de 2019, que añadió otro capítulo a la saga de la dinastía Grantham. La última entrega de la historia, Downton Abbey: Una Nueva Era (Downton Abbey: A New Era, 2022), una continuación del film anterior, cuenta con la dirección del realizador londinense Simon Curtis, responsable de Woman in Gold (2015) y My Week with Marilyn (2011), y con la dirección de fotografía del multipremiado Andrew Dunn, responsable de films como Gosford Park (2001), de Robert Altman, y Crazy, Stupid, Love (2011), de Glenn Ficarra y John Requa, agregándole a la propuesta una nueva profundidad en su mirada del Castillo Highclere en Hampshire, en el sudeste de Inglaterra. Las finanzas de la finca de Downton Abbey de fines de la década del veinte no son tan holgadas como solían serlo en sus mejores tiempos, lo cual es retratado en la última temporada de la serie ambientada a mediados de dicha década, por lo que cuando la idílica cotidianeidad de los Crawley es sacudida por el interés de la productora del director de cine Jack Barber (Hugh Dancy) de utilizar las locaciones del castillo para su nueva película, la necesidad de un alivio económico opaca las protestas aristocráticas contra el avance del séptimo arte sobre las rígidas tradiciones inglesas. A este predicamento se suma la inquietante noticia de la abuela Violet (Maggie Smith) de que acaba de recibir como herencia una villa en el sur de Francia por parte de un antiguo pretendiente francés, que le será cedida a Sybbie (Fifi Hart), la hija de Tom (Allen Leech) con su difunta esposa Sybil, lo que genera la necesidad de que parte de la familia emprenda un viaje hasta allí debido a la cordial invitación del hijo del fallecido (Jonathan Zaccaï), quien sospecha que Robert (Hugh Bonneville) puede ser su medio hermano. Mary (Michelle Dockery) se queda junto a su abuela en Downton y gran parte de los sirvientes mientras que Robert, Cora (Elizabeth McGovern), Tom y su esposa Lucy (Tuppence Middleton), Edith (Laura Carmichael) y Maud (Imelda Staunton) viajan al sur de Francia para conocer la villa, iniciando así una nueva etapa de la historia familiar. La llegada a la casa de los protagonistas de las películas, dos estrellas del cine mudo, Guy Dexter (Dominic West) y Myrna Dalgleish (Laura Haddock), genera revuelo y ansiedad en los sirvientes, especialmente en Daisy (Sophie McShera) y Anna (Joanne Froggatt), pero la antipatía y soberbia de la actriz logra que los comentarios negativos sobre su actitud circulen por todos los pasillos de Downton Abbey. Mientras tanto, en la calidez de las fabulosas vistas de la villa del sur de Francia, surgen sospechas de que Violet puede haber tenido una aventura romántica en su juventud, lo que pone en jaque a Robert. En Downton la finalización de la película muda corre peligro ante la irrupción del cine sonoro y Mary y el director, Jack, descubren que se sienten atraídos mutuamente mientras trabajan juntos en salvar el proyecto con el condimento de la ausencia del marido de Mary, Henry, un enamorado de los autos, la velocidad, la libertad y las aventuras. En las dos horas de duración del film se suceden una gran cantidad de situaciones típicas de la serie que conducen a los personajes hacia su nuevo futuro. Mary debe doblar la voz de Myrna para que el film continúe a pesar de la frustración de la popular actriz, Robert no puede creer en la posibilidad de ser hijo de otra persona, Cora oculta una enfermedad cuyos síntomas se hacen cada vez más patentes, Edith regresa a su pasión por el periodismo, el mayordomo Thomas Barrow (Robert James-Collier) recibe la noticia de que su última pareja se va a casar a la vez que atrae la atención del protagonista de la película, Guy Dexter, un actor inglés que vive en Hollywood desde hace diez años y le propone mudarse con él a Estados Unidos, Mr. Molesley (Kevin Doyle) descubre que tiene una inclinación hacia el cine y se convierte en guionista ante la necesidad de crear diálogos y construir una nueva trama para el film sonoro, Daisy convence a Mrs. Patmore (Lesley Nicol) de persuadir a un antiguo pretendiente e inquilino de la cabaña que habitan con su esposo, Andy (Michael Fox), de mudarse con ella para que la joven pareja pueda quedarse sola finalmente, e Isobel (Penelope Wilton) se hace cargo de revisar las cartas del fallecido pretendiente de Violet para descubrir la verdad sobre quién es el padre de Robert. En esta nueva entrega de Downton Abbey la alegría y la tristeza más absoluta se dan encuentro en los ciclos de la vida, el inicio de las nuevas tradiciones y la continuación de las antiguas, para disfrutar de las ironías de Violet Crawley, la candidez de Lord Grantham, los comentarios gruñones del anticuado Carlson (Jim Carter), la amabilidad de la inocente Daisey, la calidez de la simpática Mrs. Patmore y la singularidad del atribulado Thomas Barrow, algunos de los entrañables personajes creados por Julian Fellowes e interpretados por un elenco maravilloso que incluye casi todo el equipo de la serie original, excepto por Matthew Goode. Toda la saga de Downton Abbey se destaca por su romanticismo de la aristocracia y de la aquiescencia inglesa alrededor de las tradiciones, eso es indudable, pero la historia de Fellowes no cae nunca en la banalidad ni en la negación de los conflictos, ni siquiera los de clase. Aquí el guionista logra captar los problemas humanos desde una sutileza y una profundidad poco común, brillante y apasionante a la vez, que demuestra que lo que parece complejo tiene un grado de simpleza y viceversa. La loa a la aristocracia tiene su correlato en su declive y en el ascenso de la clase media y la burguesía, los cambios sociales y técnicos y el surgimiento de una nueva era sobre las robustas raíces de las tradiciones, cuestiones que Downton Abbey construye con maestría para permitir al espectador adentrarse en la historia cotidiana de Inglaterra. Fellowes demuestra una vez más que es posible realizar una obra de época exquisita donde los detalles están cuidados al máximo y las cortas escenas son rompecabezas de un entramado de diálogos potentes que permiten disfrutar de un vocabulario enriquecedor para regocijarse con la cadencia y la erudición de un guión típicamente inglés. Downton Abbey: Una Nueva Era es un gran final para una etapa de la historia y tal vez el comienzo de una nueva que siga con la reconstrucción del derrotero de la aristocracia británica durante el Siglo XX.
Esta segunda secuela originada en la serie de televisión no aporta nada diferente a la primera, en tanto y en cuanto esto se relacione con las formas, los personajes. Si hay una diferencia en lo que cuenta, dos tramas paralelas, que nunca se cruzan. La responsabilidad en la dirección recayó en las manos de Simon Curtis, el mismo de “Mi Semana con Marilyn” (2011) un profesional con mayor experiencia en la televisión, mientras que el guion sigue perteneciendo a Julián Fellowes, el creador y guionista del éxito televisivo que dio origen a estas dos películas. El filme presenta como datos significativos, una muerte, un nacimiento y un casamiento, posiblemente no en ese orden, todo lo que rodea a estos acontecimientos, aparece de relleno, a punto tal que los conflictos aparecen y se resuelven casi inmediatamente apelando a los diálogos. Todo se siente muy automático, dejando la impresión que nada ha sucedido, nada ha cambiado esperando la próxima. En todo lo demás Fellowes, se copia a si mismo (o puede ser un auto homenaje), del filme Gosford Park (2001), dirigido por el genial Robert Altman a partir de una idea propia del director en conjunto con Bob Balaban. En esta oportunidad el filme va saltando de una historia a la otra sin necesidad de establecer contacto entre ellas, por un lado la anciana viuda condesa Violet Crawley (Maggie Smith) anuncia que ha sido propietaria de una villa en el sur de Francia obsequiada por un Marques hace 50 años, pero que ella descreía del obsequio, nunca lo corroboró, ahora que el noble francés ha muerto es convocada por los abogados ha hacerse cargo de la propiedad. Ella resuelve entregársela a su nieta. Sin embargo la viuda del francés (Natalie Baye) interpelara sobre la decisión de su esposo. Para resolver el conflicto viaja una comitiva de la familia encabezada por Robert Crawley (Hugh Bonneville) incluyendo al viejo mayordomo Carson (Jim Carter). El otro relato es un juego del cine dentro del cine, la mansión es alquilada por una productora de cine que desea filmar alli mismo, el dinero le servirá a los propietarios arreglar algunas partes de la misma, como por ejemplo el techo. La comitiva es encabezada por las estrellas del momento Myrna Dalgliesh (Laura Haddock), Guy Dexter (Dominic West) y el director Jack Barber (Hugh Dancy), mientras la aristocracia mira de reojo a los invasores, los empleados están excitados por conocer a sus estrellas personalmente. Esto derivará en entrecruzamientos de los personajes, todos muy previsibles, algunos increíbles, sobre todo por el año de los acontecimientos sería 1928/29, antes del lunes negro en Wall Street y de la llegada del cine sonoro. Godford Park transcurre en 1932. El director sabe como narrar, lo hace tan automáticamente como mandan los libros, todo es muy superficial, sin embargo no aburre pues se apoya en las maravillosas actuaciones, varias grandes figuras desaprovechadas y en algunos diálogos chispeantes. Es claramente una producción realizada para los seguidores de la serie, si bien el filme se sostiene sin necesidad de saber nada, los fans le podrán sacar más provecho. En tanto a los demás rubros, esta de más decir que la dirección de arte se lleva los lauros, escenografía y vestuario específicamente, en tanto la fotografiá es de muy buena concepción, dando los tonos necesarios según los momentos que establecen las imágenes. El diseño de sonido incluso es de buena factura, sin embargo la banda de sonido se presenta como muy cargada, como remarcando cada momento, en vez de pasar desapercibida, se hace notar y eso no es lo óptimo. En definitiva, es un filme vacuo que no aburre, se pasa un rato agradable, se olvida apenas se prenden las luces de la sala. : Publicado 5 hours ago por Revista Cartelera 0 Añadir un comentario Revista Cartelera cine, teatro, televisión y entrevistas buscar Página principal
Reseña emitida al aire en la radio.
"Downton Abbey: una nueva era": la restauración conservadora La aristocracia inglesa de "Downton Abbey" es una clase feliz, carente de prejuicios, hipocresías o ataduras morales. Al lado de Downton Abbey (la serie y sus dos spin offs cinematográficos), The Crown es la revolución bolchevique. En la serie de la corona, que es muy buena y no sólo por esta razón, la casa real británica es vista como presa de un chaleco de fuerza, hecho de la imagen que debe proyectar. La aristocracia inglesa de Downton Abbey es, por el contrario, una clase feliz, carente de prejuicios, hipocresías o ataduras morales. Curiosamente, no son ellos sino su mayordomo en jefe el que luce lo que los estadounidenses llaman stiff upper lip, literalmente labio superior rígido y en nuestro idioma, gente estirada. Los dos ejes narrativos de esta segunda secuela, que transcurre a fines de los años 20 y está tan superpoblada como la serie, son sosos como un meat loaf sin sal. En uno de ellos, la excéntrica matriarca de la familia Crawley (Maggie Smith, of course!) comunica a su parentela que un noble francés le ha legado tremenda mansión junto al mar, y que ha resuelto dejarla como herencia a una de sus nietas. Más allá de la sorpresa inicial de los hijos de la anciana (un grupo de actores que no pasó por la Royal Shakespeare Company) éstos no incurren en envidias, intrigas o movidas de piso. Qué va, si son más buenos que el pan de centeno. ¿Pero por qué heredó Lady Violet esa propiedad de una manzana entera, rodeada de espléndidos jardines? Porque 60 años atrás tuvo cierta aventurilla con el francés en cuestión. Estupor, pero ningún escándalo. Ya sabemos de la magnanimidad de los Crawley. Algunos de ellos, eso sí, deberán cruzar el Pas de Calais, para convencer a la hija del noble (una Natalie Baye más rígida que el mayordomo mala onda) de que debe declinar sus derechos. Lo hacen con la mayor amabilidad y cortesía, por supuesto. Al mismo tiempo un director de cine (Hugh Dancy) ha solicitado el uso de la gigantesca propiedad del clan para un rodaje que empezará siendo mudo y terminará sonoro. El galán, parecidísimo a Clark Gable (el siempre excelente Dominic West) mira con simpatía a un mayordomo joven, y la rubia estrella, que parece no hablar por estar en el Olimpo, cuando abre la boca lo hace como una vendedora de papas del Covent Garden. Es lo más divertido (aunque carente de todo matiz) de una película de tono ligero (los copetudos son tan felices…) y una puesta en escena tan chata como el frente del Museo Británico. Como curiosidad debe señalarse la reaparición de la estadounidense Elizabeth McGovern, la recordada Deborah de Érase una vez en América, haciendo de inglesa cancerosa pero, como corresponde, sonriente.
Luego del éxito de su primera adaptación en largometraje en 2019, en donde el emblemático castillo Downton recibía la real visita del Rey y la Reina de Gran Bretaña, llega el tan esperado regreso de la mítica familia aristocrática y de su personal de Downton en el estreno de su segunda película, “Downton Abbey: Una nueva era.” Bajo la dirección de Simon Curtis, y con el guión a cargo del creador de la serie, Julian Fellowes (ganador también de un Oscar), la querida familia Crawley tendrá que afrontar grandes cambios en su seno familiar y lidiar con varias cuestiones del mundo moderno. En esta segunda entrega, una parte de la trama estará enfocada en el pasado no tan conocido de la matriarca de la familia: Lady Violet Grantham. A partir de la inesperada noticia de que Lady, quien recibe, inesperadamente, como herencia una lujosa villa ubicada en la costa francesa por parte de un antiguo amante, los Crawley incursionan en un exclusivo viaje al sur de Francia con el fin de develar el misterio y los secretos que rondan alrededor del pasado de la condesa viuda. Por el otro lado, Lady Mary se quedará al mando de Downton y lidiará con el rodaje de una película que se lleva a cabo en el castillo con el fin de recaudar el dinero necesario para costear los arreglos que necesita la mansión. “Downton Abbey: Una nueva era” es una propuesta de gran sensibilidad que cuenta con el equilibrio justo de intriga, drama y humor, y que busca dar un cierre conmovedor a los admiradores de la historia de la familia Crawley. Por medio de una dirección artística exquisita y de una muy cuidada producción, sobre todo desde el aspecto de la fotografía y del diseño de vestuario, la película consigue una lograda ambientación de época. Con la adición de las imponentes locaciones y de las destacadas actuaciones del reparto, el film se vuelve en una increíble y placentera experiencia de ver en la pantalla grande. Imperdible para aquellos amantes del cine de época y para aquellos fanáticos de la exitosa serie
Los amantes de la serie «Downton Abbey» ya pudimos disfrutar en 2019 con el regreso de la historia en pantalla grande, y ahora es momento de continuar en «Downton Abbey: Una nueva era», una película que viene a revolucionar a los Crawley en su espléndida mansión de Yorkshire.
Después de 6 exitosas temporadas de la serie Downton Abbey (2010-2015) creada por Julian Fellowes, cuya ambientación abarcaba desde 1912 hasta 1926, llega al cine la secuela de la película homónima del 2019. Este segundo largometraje titulado Downton Abbey: Una nueva era (2022), continúa la historia de la familia de la aristocracia británica Grantham y su servicio doméstico en el Country House de Yorkshire. "La nueva era" propone ese traspaso generacional que brindaba el desenlace de la primera entrega, en donde el matriarcado de Violet (Maggie Smith) -con su carácter orgulloso propio de la Belle Epoque- pasa a manos de la joven Lady Mary (M. Dockery) como la nueva rectora de Downton Abbey, quien tomará las decisiones en un contexto que sigue cambiando. La narración alterna entre dos espacios, por un lado los hechos que acontecen en Downton Abbey, donde Mary ante necesidades económicas para mantener en condiciones el palacio acepta que se filme una película allí. Por otro lado, el sur de Francia donde al parecer Violet ha heredado una villa costera producto de un misterio en su pasado que el relato se encargará de ir develando poco a poco. Esta gran apuesta a una producción de época además de otorgar deleite visual, aporta comicidad a la trama al recurrir al cine en el cine para reflexionar sobre el pasaje del cine silente al sonoro. Sin embargo, esto ya fue profundozado en películas como Singin' in the rain (1952) o The Artist (2011). En conclusión, se considera que el film es más entretenido y dinámico que el anterior y dejará satisfechos a los fans de la serie.
El cine llegó para quedarse. Los aristócratas más queridos están de vuelta en la pantalla grande, esta vez con una historia llena de drama y humor, pero ante todo, con un tema ineludible como protagonista: la inevitabilidad del paso del tiempo. Luego de una exitosa primera entrega cinematográfica, que recaudó más de 190 millones de dólares a nivel mundial, los personajes creados por Julian Fellowes vuelven (con su elenco original) para invadir los corazones de los fans con mucho glamour y nostalgia. Se acerca el fin de la década del ’20 y, tras haber sido anfitriones de nada más y nada menos que el Rey y la Reina de Inglaterra, los Crawley se preparan para recibir el futuro: el rodaje de una película en la mismísima Downton. Mientras la familia espera con pesadumbre la partida de la matriarca Violet Crawley (Maggie Smith), Mary (Michelle Dockery), la heredera y capitana de la fortuna, decide hacerse cargo de lo que implica recibir una producción cinematográfica en la casa. Mientras tanto, Robert (Hugh Bonneville) y compañía emprenden un viaje a la riviera francesa, luego de la noticia de una misteriosa herencia otorgada a su madre de parte de un fallecido noble francés. Tal como sucedió a lo largo de la serie, los personajes más longevos (entre ellos la Condesa Violet y Carson, el ex mayordomo) son quiénes se aferran a glorias pasadas y se resisten a las novedades que el futuro les depara. En este caso, se comienza explorando la idea de permitir que extraños merodeen por los pasillos de la gran casa a cambio de dinero, aunque sea esta recaudación lo que los ayude a mantener Downton en pie. Si tenemos en cuenta que una situación similar fue lo que permitió que la serie (y sus secuelas cinematográficas) pudieran filmarse en el Castillo Highclere de Inglaterra, nos encontramos ante el primero de muchos guiños (no tan) sutiles y meta que van a aportar un poco de picante al guion. Bailando con las estrellas Bajo la excusa del rodaje y la llegada de los integrantes del elenco y producción de “The Gambler” a Downton, Fellowes se nutre de su afamada Gosford Park (2001) y de uno de los conflictos centrales de Singing in the Rain (1952), para introducir el glamour de Hollywood a los salones de esta gran casa señorial. Y demostrar así que, muchas veces -y sobre todo cuando hablamos de celebridades- no todo lo que brilla es oro. Si bien el comienzo de la película se siente por momentos tosco y con escenas poco orgánicas, la historia va encontrando su balance conforme pasan los minutos. El desdoblamiento de la trama y los personajes en distintas locaciones ayuda a que se construya una armonía que va a perdurar hasta el final de la película. Eso sí, los que nunca vieron la serie o siquiera la primera entrega en cines, probablemente se pierdan muchos easter eggs y sutilezas que están claramente incluidas para satisfacer a los fans de antaño. La complicidad entre la Sra. Patmore y su ayudante Daisy está presente como desde el primer día en que las vemos interactuar en la cocina de los Crawley y, en general, son los personajes femeninos de la película los que se llevan los mejores momentos del guion. El elenco de la serie se luce con los personajes que ya viene construyendo desde hace años y la química que se genera con las nuevas incorporaciones en esta película (Hugh Dancy, Dominic West y Laura Haddock) es tan buena que dan ganas de verlos interactuar al menos una vez más. Dejando de lado el comienzo medio torpe y olvidándonos de que el guion reboza de first world problems (a los que ya nos tienen acostumbrados), Downton Abbey: A New Age (2022) es la prueba de que Fellowes (creador y guionista) conoce muy bien a su público y aprovecha el carisma de todos sus personajes en pantalla, para contarnos una historia con una temática central que sigue resonando en el presente. El cine llegó para quedarse en Downton Abbey y nuestras vidas. Y la misma Downton ¿seguirá escribiendo un futuro en el cine?
Una película típicamente ‘feel good’, un sitio en el cual encontrarse como en casa para los fanáticos de una de las series modelo para la TV británica del nuevo milenio. “Downton Abbey: La Nueva Era” llega de la mano del director de Simon Curtis, con la colaboración en guión de su creador Julian Fellowes. Cercano, sentimental y previsible, este film abreva en el éxito de la serie; también en el oportunismo reditable de la película precedente estrenada en 2019. La herencia de un castillo, las costumbres de la clase acomodada inglesa y secretos familiares que salen a la luz conforman los elementos primordiales de esta historia ambientada en la aristocracia de comienzos de siglo XX. Un elenco de reconocidos, Integrado por Hugh Bonneville, Michelle Dockery, Elizabeth McGovern, Hugh Darcy y Maggie Smith, infunde valores, al tiempo que piezas musicales elevan la emoción hacia una escalada considerable.
Vuelven nuestros Locos Addams de la aristocracia británica. Atrás quedó la historia de un proletario comunista vuelto parte de la nobleza; atrás el de la hija díscola atrapada entre los nazis. De esa serie que fue una hermosa montaña rusa ha quedado un elenco de amigos a los que seguimos siempre porque nos caen bien y porque -seamos sinceros- nos sentimos cómodos en compañía de esas mansiones. El tiempo pasa, nos vamos poniendo cinéfilos y el cine es, justamente, uno de los temas de la película; mientras otro es algo así como Los Campanelli Nobles descubren el Sur de Francia. Por supuesto que hay drama y emoción, por supuesto que Maggie Smith es una gigantesca comediante que funciona como fiel de la balanza de esta familia tan normal. Y por supuesto que uno cae atrapado en las garras de esta pieza de porcelana porque, seamos sinceros, está perfectamente cincelada.
Segundo largometraje luego de la finalización de la serie en el año 2015. En esta ocasión se eligieron algunos conflictos puntuales como excusa para hablar de los cambios culturales y también tecnológicos de esos años. Dos ejes centrales mueven la trama, entre otros secundarios, al estilo de esta serie coral. Por un lado, Lady Grantham descubre que un hombre de su pasado le dejó de herencia una Villa lujosa en el sur de Francia. Y por el otro, Downton Abbey se prepara para ser el set de filmación de una película de Hollywood justo al final de la era del cine silente. La estructura de la película es parecida a la de la serie, su tono, su humor, su emoción y su drama, todo tal cual lo conocemos. Como ocurría con las series del siglo pasado, las películas son una continuación posterior al cierre de la serie. Muchas, pero muchas, series famosas lo hicieron y Downton Abbey es una de las pocas que lo hace ahora, con la notable salvedad de que no son telefilms, sino películas para la gran pantalla. Para los fans, ver a sus personajes queridos y sus hermosas locaciones en cine, es un regalo en sí mismo. Y todo funciona, todo es hermoso. Incluso sus intentos de tenue modernidad quedan bien integrados. Toda la parte del rodaje no solo incluye humor, también está largamente inspirada en el clásico Cantando bajo la lluvia (1952) la obra cumbre del musical que transcurría durante el paso del cine silente al sonoro. Downton Abbey no pretende más que lo que siempre buscó y consigue su objetivo de forma impecable. Sus personajes siguen siendo adorables, incluso aquellos que nos generan algo de rechazo. Son parte de una gran familia que siempre queremos volver a ver.