Dos mujeres y una amistad protagonizan este drama experimental, en donde la inmensidad del océano se convierte en inesperado protagonista. Confrontarse con el océano como punto de partida creativo resulta un disparador de potentes imágenes y múltiples posibilidades. La directora se pregunta y nos interpela: ¿qué significa esa gran proyección de espacio para nosotros? La investigación personal la llevará por diversos caminos, teniendo en cuenta su dimensión mítica, literaria, académica y, también, cinematográfica. Previos documentales han abordado la temática desde un costado convencional antropológico (inevitable resulta pensar en el guiño del título a “Drifters”, el precusor documental social de John Grierson), tanto como la ficción lo ha hecho desde la reflexión metafórica. Y en esta especie de híbrido, complejo y críptico, la autora Helena Wittmann se sumerge en un período de descubrimiento, en búsqueda de captar las señales que este gigante emite, en un modo de conceptualizar la historia ficcional que toma parte en el relato. Puede la inmensidad de un paisaje traducirse en el vacío igualmente vasto e inabarcable del alma humana. Puede el mar y su magia apoderarse de la atmósfera circundante e inundarnos de sus sonidos, su fuerza y su poder de fascinación. La deriva es interior.