La receta del engaño
Si es verdad que Steven Soderbergh se retira de la dirección después de Efectos colaterales, lo habrá hecho con una de sus mejores películas, una historia en la que nunca se sabe qué extraño giro va a dar la trama.
Al principio parece una nueva versión de un tema que había tratado en Contagio, como director, y en Michael Clayton, como productor: la incidencia del negocio de los laboratorios en la vida cotidiana, ahora con el foco puesto en los psicotrópicos. Pero la cosa no va por ese lado, y aunque la idea de un complot de grandes corporaciones médicas queda en estado latente, el eje de los conflictos se va moviendo de modo tal que las incógnitas siempre son respondidas con nuevas incógnitas.
Todo empieza con una mujer deprimida: Emily Taylor (una irreconocible e impresionante Rooney Mara), que tras una tentativa de suicidio, cae en manos del psiquiatra Jonathan Banks (Jude Law). Ella intenta rearmar su vida con su esposo que acaba de salir del prisión, pero no lo consigue. Luego de recetarle diversos antidepresivos y de consultar con la psiquiatra anterior de Emily, la doctora Victoria Siebert (Catherine Zeta-Jones), el doctor le recomienda un nuevo medicamento cuyos efectos secundarios resultan fatales.
Virtuoso en el arte de contar historias con imágenes, Soderbergh juega aquí no sólo con la mente de sus personajes, cuyas emociones recorren todo el espectro que va desde la paranoia desesperada hasta el cálculo perverso, sino también con la mente del espectador. Al igual que en los trucos de magia, no se trata de ilusiones ópticas sino de ilusiones mentales. Cuando más atento está uno, más fácil le resulta al mago engañarnos. ¿De qué vale tener los ojos bien abiertos cuando se es empujado a toda velocidad por un laberinto?
Sin embargo, por compleja que sea a la trama, otra virtud de Soderbergh es desarrollarla a través de una narración muy simple, casi lineal, salvo por dos o tres saltos temporales y la misma cantidad de flashbacks. Ya demasiado extraño es el mundo como para complicarlo aún más con un relato enrevesado.
No hay lecciones de ética en Efectos colaterales, pues la búsqueda de equilibrio que se percibe en sus múltiples desequilibros está en función de la historia que cuenta y no de una idea de justicia humana o divina que la precede. Sí, en cambio, hay una interesante reflexión acerca de que la conciencia altera la realidad de una manera mucho más radical que cualquier psicotrópico.