¿Será realmente la última película de Soderbergh?
Steven Soderbergh es sin lugar a dudas el más prolífico de los directores norteamericanos, superando incluso en los últimos 24 años, desde su auspicioso debut con “Sexo, mentiras y video”, a Woody Allen. A diferencia del realizador de “Medianoche en Paris”, su carrera es algo irregular con algunos otros films destacables (“La gran estafa”, “Erin Brokovich, una mujer audaz”, “Traffic”, “King of the Hill” – no estrenado) y otros de discreto nivel. Soderbergh ha declarado que “Efectos colaterales” (“Side Effects”) su largometraje número 27, será su última película. Posiblemente se trate también de una de las más logradas gracias a un atrapante guión de Scott Z. Burns, que ya lo acompañó en obras recientes como “Contagio” y “El desinformante” (no estrenada en cine).
Se trata de un thriller, aunque encuadrarlo así quizás resulte algo reduccionista por lo que se podría ampliar la definición de género a “thriller psicológico” que haría más justicia a la propuesta. De hecho dos de los cuatro personajes centrales son psiquiatras, mientras que la mujer en la cual está centrada la acción presenta un típico cuadro de trastorno bipolar. La primera escena gira alrededor del personaje de Emily Taylor Rooney Mara), en los instantes posteriores a la muerte de una persona, como lo revela la cámara al mostrar un piso cubierto de sangre aunque sin identificar al occiso. Inmediatamente la acción retrocede tres meses atrás, momento en que el marido de la joven (Channing Tatum, visto hace muy poco en “Magic Mike” film inmediatamente anterior de Soderbergh) sale de prisión luego de cuatro años por una condena por estafa. El reencuentro parece restablecer la armonía en el hogar de los Taylor, pero poco después ella sube a su auto en un garage y se estrella deliberadamente contra una de las paredes del estacionamiento. Va a parar a una clínica y quien la atiende es el Dr. Jonathan Banks, otra acertada actuación de Jude Law (“Ana Karenina”).
Comienza entonces una serie de prescripciones de píldoras antidepresivas, algunas en experimentación, con las habituales oscilaciones en el estado anímico de la joven. Habrá así dramáticas situaciones como las que ocurren en una estación de subte, una fiesta en un barco y en su lugar de trabajo – una agencia de diseño gráfico. La trama se vuelve algo más compleja cuando aparece otra psiquiatra (Catherine Zeta-Jones), que es contactada por el Dr. Banks al descubrir éste, que había tratado a su paciente anteriormente.
El tema de las drogas contra la depresión cobra relevancia a medida que la historia avanza y los efectos colaterales, de allí el título, jugarán un rol decisivo en la última mitad del film. Naturalmente el espectador potencial agradecerá que no se revele mucho más ya que hay aún varias sorpresas que son las que hacen atractiva la propuesta. Digamos sólo que por haber sido el psiquiatra quien prescribiera los medicamentos y otros tratamientos, automáticamente pasa a tener responsabilidad incluso penal en el comportamiento de la paciente. Pero además su relación familiar particularmente con su esposa, que interpreta muy bien Vinessa Shaw (“El tren de las 3:10 a Yuma), se deteriora. El final quizás no esté la altura del resto y ello en parte por cierto desnivel actoral sobre todo en Catherine Zeta-Jones. En cambio lo de Rooney Mara es absolutamente destacable confirmando su crecimiento desde que David Fincher la descubriera con “La chica del dragón tatuado” y antes en un rol menor en “Red social”. Ella sola puede justificar la visión de “Efectos colaterales”, que esperemos no sea la última película de Soderbergh.