Alguien, no recuerdo quien, tuvo el desatino de comparar este producto hollywoodense, que se queda a mitad de camino en todo lo que se propone, con la ya clásica obra maestra del genio ingles Alfred Hitchcock, me estoy refiriendo a “Psicosis” (1960)
Tal comparación quiero creer que se debe a que más o menos cuarenta minutos de película aparece un cuchillo en la escena de un crimen y la desaparición de un personaje importante de la historia, no de la proyección.
Para aclarar algunas cosas vale recordar que la muerte de Marion Crane, en “Psicosis” motiva no sólo la aparición de los demás personajes que la buscarán, y que su presencia en ausencia es la que determina además del argumento como relato, sino también la instalación de un personaje principal diferente. Esa es una de las tantas genialidades que construyó el maestro del suspenso.
En este caso eso no se da. Cuando la producción se presenta como un thriller, las primeras imágenes son el rastro de sangre en un piso de parquet de lo que parece ser un departamento, sobre todo por la luz, nada más, se instala un ¿misterio?
Flashback por medio, nos encontramos con Emily (Rooney Mara) preparándose para ir a buscar a su marido Martín Taylor (Channing Tatum), quien sale de cárcel, luego de 4 años, en libertad condicional.
Sin justificación alguna, hasta podría decirse a favor del filme y de la construcción del personaje, que por formación reactiva, mecanismo de defensa típico de las neurosis, Emily termina constituyéndose en una depresiva.
El síndrome depresivo de Emily permite la aparición, necesaria, del Dr. Jonathan Banks (Jude Law), quien será su psiquiatra. Con tal de hacer evolucionar al paciente con tratamiento desde la química, léase psicofármacos, probará con un nuevo medicamento, una panacea de la cual no se conocen sus efectos secundarios, de donde deviene el titulo de esta producción.
Uno de esos efectos son los trastornos del sueño que aparecen en Emily, y es afectada por el más importante, el sonambulismo. Es posible que sea así, como también es sabido que los actos son automatizados por efecto de esa afección del sueño. Es en un acto en plena acción del personaje en situación de noctámbulo en que se quiebra el relato, cambia de personaje y se va diablo el verosímil, que hasta ese momento había sido instalado de manera casi perfecta, lo que daba como resultado hacer poner en foco la atención del espectador.
A punto tal que muchas de las situaciones planteadas luego de esa escena con tono de filme clase B son incoherentes e inverosímiles, no sólo por la prosecución del relato sino también porque los personajes se tornan sino risibles bastante inocuos.
Alfred Hitchcock decía que en las películas mediocres si un personaje menor, esto es, aquel que no hace avanzar a la trama principal de manera fluida, es interpretado por un actor de renombre entonces seguramente tendrá incidencia en la resolución de la intriga.
Esto exactamente es lo que sucede con Catherine Zeta Jones interpretando a la Dra Victoria Siebert, la antigua psiquiatra de Emily, que será consultada por el Dr. Banks ¿Por qué?
Otra elemento que hace que el verosímil se diluya.
Si hasta ese momento la historia circulaba como una gran denuncia contra la industria farmacéutica, a partir de esa escena derrapa en infinidad de motivaciones con giros imprevistos, personajes que se incluyen forzosamente por esos giros, policías, abogados, jueces, empresarios farmacéuticos, pero mal constituidos y peor cerrados.
Claro que, en honor a la verdad, como estamos frente a un director que sabe contar, el relato en ningún momento se vuelve confuso, es fácil de seguir, como también se hace factible aceptar las mentiras con las que manipulan al espectador.
Tantas son las vicisitudes que atraviesan los personajes, desde sus dualidades y ambigüedades, tantas las vueltas de tuerca del guión y tantos los temas que aborda, económicos, amorosos, ética medica, moral cotidiana, que ninguno termina por instalarse como el verdadero motivo, cuando este aparece, muy compelidamente, el desengaño es mayúsculo por lo oportuno, en sentido de lo políticamente correcto.
Una lastima, pues la realización se deja ver. Desde las imágenes es atractivo, cuenta con aciertos importantes desde la dirección de arte, la fotografía, el diseño de sonido, y las actuaciones, en las que sobresale Rooney Mara, todo un camaleón cuando recordamos que fue la protagonista de la versión yankee de “La Chica del Dragón Tatuado” (2011); el muy buen actor Jude Law, Channing Tatum que esta demostrando ser algo más que un cuerpo que hace suspirar a las mujeres. La única que desentona es Zeta Jones, quien sólo pone ojos de mala, el resto de su cuerpo y su rostro denota otra cosa, bastante indefinida por cierto.