Un filme a la medida de la gente
El documental refleja a una persona que hace películas a medida.
El protagonista de El ambulante es un hombre bueno. Al menos, al verlo retratado en este documental, uno no debería tener dudas de que se trata de una persona amable, amorosa, socialmente responsable, divertida y generosa. Así es el retrato que Adriana Yurcovich, Eduardo de la Serna y Lucas Marcheggiano hacen de Daniel Burmeister en el filme.
Daniel se dedica a recorrer pueblos del país ofreciendo a las autoridades de cada lugar producir una película en VHS con y para la gente del pueblo. Películas pobres, de amigos, armadas con la buena predisposición de la gente del lugar que se divierte saliendo de su rutina y entrando en algo parecido a un “star system” de entrecasa.
El filme -que compitió en el Bafici- toma una de esas experiencias y a través de ella vemos los distintos procesos del filme, empezando por la propuesta a las autoridades municipales, los pasos previos que Daniel da preparando la película, el cásting, el bastante improvisado rodaje y la exhibición del filme. Amable, sencillo, con algo de condescendiente y sin ponerse realmente a analizar si ese personaje es algo más de lo que exhibe (algún comentario al pasar y una breve comunicación telefónica parecen dar a entender que es más complejo), el filme divierte en tanto y en cuanto el espectador se ubique en la cómoda situación de “superioridad” que le da su lugar. Es, casi, como divertirse mirando los errores y pifies de un acto escolar, aunque ahí causa gracia y simpatía porque son los hijos o familiares...
Esas risas son las que han hecho de El ambulante un documental inusualmente popular y, probablemente, pueda hasta ser de los más exitosos en su género. Es el cariño que transmiten los realizadores por la gente a la que retratan lo que logra alejarlo de la burla fácil. Aunque sólo por momentos.