Daniel Burmeisteir es el cine independiente nacional. Tiene 58 películas grabadas en VHS y montada en dos video caseteras. Deambula por los pueblos del interior del país, escribiendo guiones afables, sencillos, divertidos, populares, con y para los habitantes de cada pueblo.
Solo utiliza una cámara y un micrófono. Hace travellings en bicicleta, y cuando quiere actuar, le pide a algún vecino que le sostenga la cámara. No tiene estética, no piensa en historias existencialistas y no pretende que sus películas se estrenen en salas comerciales. El mismo, proyecta las películas, un mes después de grabarlas, en una sábana, en el Centro Comunitario del pueblo. Cine sencillo, honesto y sin pretensiones.
La película del trío de directores sigue a este personaje tan estrafalario como encantador en la grabación de Hay que Matar al Tío (ni los Coen imaginarían un título tan bizarro para una película). Sin entrevistas, ni una estética demasiado distinta a la del protagonista, El Ambulante es una divertida y agradable película. Se trata ni más ni menos que un registro detrás de cámara de un rodaje, al que ningún programa de TV le prestaría atención. Sin golpes bajos ni demasiadas pretensiones es un testimonio de un cine diferente.
Es una lástima que los prejuicios artísticos del BAFICI, no incluyan una retrospectiva completa o parcial de la obra de Burmeisteir. En cambio nos conformaremos con este agradable documental. La elección de incluirla en la Competencia Internacional fue un poco exagerada quizás, pero aún así se trata de una película que “hay que ver”.