El aro: Resurrección (China, 2020) utiliza en su título en castellano la palabra excusa para decir que ahí vamos de nuevo. ¿Por qué seguir viendo estas cosas? Las fórmulas agotadas a veces logran encontrar una vuelta de tuerca que las hace revivir. Por alguna extraña situación hace mucho tiempo que nos ponemos a felicitar a quien se escapan de lo que parece un callejón sin salida en lugar de ignorar el enésimo intento de ir por el terreno seguro de lo probado comercialmente. Deberíamos empezar a considerar seriamente la posibilidad de ignorar estos intentos y si nos perdemos un film decente, mala suerte, porque en general siempre nos moveremos en una mediocridad con pocas excepciones. La película tiene un par de ideas de base que son su única razón de ser y al mismo tiempo la novedad que nos llevaría a prestar atención. Para empezar la película es China, no japonesa, con lo cual la serie de El aro se vuelva insiste en su periplo mundial, luego de sus pasos por Estados Unidos y Corea del sur. La historia se sitúa en una ciudad al sur de China, allí una joven llamada Tang Jing encuentra una historia web, escrita por un grupo al que ella solía pertenecer. En ese relato aparece un nuevo capítulo de autoría desconocida. Todos los que lo leen comienza a fallecer y sus muertes se incorporan de manera misteriosa al relato web. Y eso es todo, ahí termina el interés y la curiosidad, todo lo demás es rutina y lucha por convertirse en un producto digno. El objetivo no se consigue y el espectador perdió noventa minutos de su vida.
Con el cambio de milenio se produjo un boom del cine de terror oriental. La primera oleada vino de Japón, y por eso la primera etiqueta al uso fue la de J-Horror, pero pronto empezaron a llegar a occidente películas de Corea del Sur, Tailandia o Singapur que, aún en su diversidad tenían puntos en común ya que trabajaban mayormente con la vertiente sobrenatural y el subgénero de fantasmas. Sadako y Kayako, los espectros principales de The Ring (1998) y Ju-On (2000) respectivamente, pálidos, quebradizos y pelilargos, dieron forma a la estética a seguir. ¿Y en el caso de China? También aportaron sus exponentes Taiwan y sobre todo Hong Kong, con El ojo (2002) de los hermanos Pang como uno de los más reconocidos que participaron de ese modelo predominante. La República Popular China, por el contrario, no tuvo exponentes de importancia (si es que acaso tuvo alguno) y eso se debe en buena medida a la bajada de línea del gobierno chino que desalienta, cuando no directamente prohíbe, entre otras cosas la fantasía y lo sobrenatural para no alentar las “supersticiones feudales”. Suena hasta gracioso, pero al fin y al cabo la historia universal de la censura ofrece ejemplos abundantes en el terreno del ridículo. Dado este contexto parecía bastante sorprendente el anuncio de que una nueva entrega de El aro (o The Ring, tal su título internacional), la película de Hideo Nakata que dio el puntapié inicial del boom, llegase precisamente de un lugar donde lo sobrenatural es mala palabra a nivel oficial. Pero como los misterios fantásticos suelen tener explicaciones naturales en muchas películas malas, en este caso la solución del enigma es de lo más pedestre. El aro, la resurrección poco y nada tiene que ver con The Ring original. No es una secuela, ni una precuela, ni una remake, ni un reboot (todas manifestaciones que el original nipón ya tuvo). Al mero alcance de nombres (el título internacional se traduciría como El peligroso aro de Internet) se le suma la participación del realizador japonés Norio Tsuruta, director de Ring 0: Birthday (2000), precuela, esta sí oficial, del primer film. No mucho más. La trama, adaptación de una novela del escritor chino Ma Boyong, coloca a una pareja de estudiantes en la resolución de unas misteriosas muertes que parecen producirse luego de que las víctimas leen una novela web donde cada muerte se corresponde a la que se describe en un último capítulo que se va actualizando periódicamente. No parece muy aterrador cuando se lo describe y tampoco lo es en pantalla, como suele suceder en la mayoría de los exponentes del Cyber Horror, es decir el terror basado en la tecnología. Como excepciones podemos mencionar la original The Ring, Kairo (2001) de Kiyoshi Kurosawa o más recientemente Host (2020). Los ejemplos de fracaso sobran. Tsuruta deja bien en claro que este es un trabajo de encargo y entrega la puesta en escena más rutinaria y desganada posible, haciendo un uso descarado de los clichés del J-Horror (empezando por el infaltable fantasma femenino de pelo largo) y desplegando un relato que en principio es más o menos de manual y en su transcurso se va haciendo cada vez más inconsistente, con un desenlace que no por explicable en los términos ya expuestos deja de ser desconcertante en su torpeza y hasta su moraleja final. Decepcionante para el público en general y para cualquier fan del terror en particular, es inevitable la pregunta de por qué hicieron esto. Quizás la respuesta esté simplemente en las intenciones declaradas de advertir acerca de “los peligros de la adicción a internet” y la recomendación de hacer de esta “un lugar mejor”. Aunque parezca ridículo. Porque quizás este resultado risible dé la clave de cuál podría ser para un producto de este tipo un destino alternativo al descarte: el consumo irónico. EL ARO: RESURRECCIÓN The Perilous Internet Ring. China. 2020 Dirección: Norio Tsuruta. Intérpretes: Meng-Po, FuMu-Si, NiYihan Sun. Guión: Yang Yang, Norio Tsuruta , Ji Jialing, Wu Yuyao, Sun Ying, sobre la novela She Died On QQ de Ma Boyong. Fotografía: Kanda Hajime. Montaje: Sunaga Hiroshi. Música: Obata Takahiro, Okawara Masaru. Dirección de Arte: Li Jia. Duración: 95 minutos
Esta adaptación china de la saga The Ring termina de concretar el formato “mesa de saldos” del terror. Una especie de rejunte de retazos de una idea que fue amortizada hasta el infinito a partir de todas sus precuelas, secuelas, remakes e infinitas derivaciones. Ya no importa el punto de partida, que siempre es más o menos el mismo –la maldición alojada en una nueva tecnología–, sino el soporte del mensaje maldito, que en este caso es una novela web compartida por varios alumnos y profesores de un campus universitario. Lo que resta es la puesta en escena del “capítulo final” de la novela “Un espíritu enamorado” en el que sucesivas víctimas padecen la terrorífica irrupción de la mujer de cabellos negros, emblema de la historia y corazón de la tradición del J-horror. Pese a estar dirigida por el japonés Norio Tsuruta -responsable de Ringu 0-, lo que asombra de El aro: Resurrección es la pobreza de su realización, un inconsciente amateurismo que se revela como una parodia sin gracia de todas las anteriores. No solo hay un pésimo timing en la irrupción de los momentos de terror, sino que la trama narrativa que une a los personajes y justifica los avistajes del fantasma termina siendo risible, resuelta en las explicaciones de los actores frente a la cámara. El found footage, que se convirtió en un artilugio efectivo para el terror de bajo presupuesto, aquí agoniza como un recurso desperdiciado, enredado en los mensajes admonitorios sobre el “mal” uso de internet y el peligro de la adicción a las redes sociales.
Primero y principal hay que aclarar que El aro: Resurrección no tiene nada que ver con la saga japonesa original, ni con la estadounidense. Es una producción china, basada en la novela digital She Died on QQ, de Ma Boyong, y si por ahí deambula un espectro de cabello negro, largo, y va vestido de blanco, no es Sadako. Tampoco es Yoko Ono. O sea que se cuelgan del vestido blanco y exitoso para aprovecharlo. También no está de más mencionar que algunos elementos de la trama se tocan con El conjuro: El diablo me obligó a hacerlo, pero ya sería hilar demasiado finito, porque lo que cuenta la película de Hollywood estrenada este año se basa en hechos reales (algo modificados) y la novela de El aro: Resurrección es posterior a los hechos, no a la película con el matrimonio Warren. Así que vayamos a lo que sí es real, este filme en el que una joven estudiante, Zhou Xiaonuo (Yihan Sun) está devastada por el suicidio de una prima. Le resulta raro, y lo extraño será que a la prima le había llegado una novela virtual en la que ella había participado hace años. Paralelamente a que otros jóvenes empiezan a morir al leer un nuevo capítulo que, misteriosamente, se subió a la web, la protagonista comienza a tener visiones de una mujer -la de cabello largo y negro, vestida de blanco y que no es Yoko Ono: ésa-. ¿Quieren más rarezas? Quien lee esa novela experimenta, ¿cómo decirlo?, fenómenos extraños. No tarda mucho en advertir, junto al aguerrido Ma-Ming (Meng-Po Fu), un adicto a las redes sociales y también a todo lo que esté relacionado con lo fantasmal, que si alguien no se pone a investigar la novela web maldita, bueno, los cadáveres comenzarán a acumularse. Lo cual no sería un problema para un filme de terror. El título de la novela, She Die don QQ, está relacionado con el servicio de mensajería instantánea china QQ, especie de Whatsapp en aquel país. El asunto es que no conviene ponerse a leer los capítulos de la novela en la web, porque ya se sabe lo que le puede pasar al que la lea. ¿Será que alguien está copiando los asesinatos, algo truculentos, como figuran en la novela? ¿Será un asunto de fantasmas? Por de pronto, el director Norio Tsuruta era el de El aro original japonés. Y el hombre sabe lo que es asustar a su público. Tremendamente oscura, y con un doblaje al castellano que realmente no ayudó a la hora de ver El aro: Resurrección, la película también se permite el salto entre distintos universos -el real; el fantasmal- creando una sensación de extrañeza que, quizá, tal vez, en una de ésas, sea de lo mejor de toda la proyección. Porque la leyenda o moraleja que se ve al final…
“El aro resurrección” de Norio Tsuruta. Crítica. Cuidado con lo que consumimos en internet. Francisco Mendes Moas Hace 22 horas 0 14 El próximo 30 de diciembre llega “El aro resurrección” para llenar la cuota de terror en las carteleras. La película dirigida por Norio Tsuruta, está basada en la novela digital “She died on QQ” escrita por Ma Bo Yong. Con algunas similitudes a la clásica saga de terror asiática que supo aterrorizar espectadores a comienzo de milenio, pero sin formar parte del mismo universo. Busca concientizar de manera macabra sobre el uso que le damos al mundo digital que nos provee internet. Tras leer el último capítulo de una novela web que había dejado de escribir hace tres años, una joven se suicida del modo en que se describe en el texto. Su prima comienza a investigar el suceso junto a otro joven y descubren que todos los autores de la novela están pasando por la misma situación, muriendo uno a uno. Lo único que tienen en común los asesinatos es el aparente texto maldito. De la misma manera que sucedía tras ver el VHS maldito de “El aro” original, quien lea el texto está destinado a morir. Exactamente de la misma manera que figura en la novela web. Las muertes son varias y poco creativas, por lo que se vuelve tediosa y repetitiva la trama. Los jóvenes protagonistas intentan llevar adelante el delirante libreto sin mucho éxito. Dejando una reflexión algo hiperbólica sobre las consecuencias de la adicción al internet. Algún fanático poco exigente del cine de género podrá llegar a disfrutar de “El aro resurrección”. Por otro lado, en esta parte del mundo es una problemática poco visibilizada la que presenta la película. En consecuencia esto puede producir un impacto menor al pretendido por el autor. Quien busca generar algunos climas terroríficos, pero lo consigue en escasas situaciones, haciendo que falte el terror en una película que se presenta como tal.
El Aro: Resurrección es una película de terror basada en una novela digital donde un grupo de jóvenes empieza a morir de manera misteriosa. Todos reciben un email donde se les imforma que hay un capítulo nuevo en un blog, pero luego de leerlo un ser macabro los persigue hasta matarlos. Las actuaciones son muy pobres y poco creíbles, los efectos son básicos considerando otras películas del género y la historia es muy predecible. Si bien se llama “El Aro: resurrección” no tiene relación directa con la película que sí supo darnos miedo hace años atrás: “The Ring” (en Argentina se conoce como "La Llamada"). Es una película que se estrenó en el 2020 pero pasó sin pena ni gloria. Si son fanáticos del género se van a llevar una desilusión.
La mujer de pelo negro ahora en internet La película pretende digitalizar al fantasma de la cinta de video con el fin de resucitar una saga que ya sufría graves síntomas de agotamiento. “Los humanos evolucionan al igual que los demonios”, se menciona al comienzo de El Aro: Resurrección (The Perilous Internet Ring, 2019) como una suerte de máxima ridícula que seguirá la película. Claro, hoy en día nadie miraría un VHS que anuncia, según la maldición, tu muerte 7 días después. El formato cayó en desuso y la web es el vehículo ideal para reemplazarlo. Lo curioso es que a los guionistas no se les ocurrió que el demonio emergiera de un video viral -como se suponía-, sino del capítulo final de una novela llamada “Un espíritu enamorado”. Quien lea el texto queda atrapado por el fantasma que te obliga al suicidio. La premisa es fatal en todo sentido. Sucede que hoy en día nadie lee en internet y menos los adolescentes, algo que no excede a Japón, país productor del film. La película supone que sí y coquetea con la idea del amor no correspondido del fantasma, quien al modo del fantasma de la ópera, envía espectros para acechar al resto de los lectores desde las sombras, envuelto en el más oscuro resentimiento. Esto deriva en una investigación policial en busca de resolver el enigma de los “suicidios adolescentes”, con un par de vueltas de tuerca no menos imposibles. Los protagonistas son la amiga de una de las chicas difuntas (interpretada por Annie Sun) y un improbable detective juvenil (Fu Meng-Po), quienes junto a la policía son los encargados de desentrañar el meollo del asunto. El Aro: Resurrección es mala con ganas, una película con un guion básico hecho evidentemente a las apuradas, actuaciones espantosas con diálogos sacados de la peor telenovela turca, efectos especiales de bajísimo presupuesto y una serie de trillados clichés que no aportan nada nuevo a la saga ni al cine, y menos a la internet. Para colmo de males hay un mensaje moralista sobre el uso nocivo de internet que viene a poner la frutilla del postre a semejante bodrio.
Claro que “La llamada”, o “El Aro” o “Ringu” como se llamó a la saga, quedó en el recuerdo de los amantes del género de terror. Ese videocasete cuya visión ponía el marcha el mecanismo de la llamada y la sentencia de muerte, con el fantasma que salía del televisor antiguo para instalarse en la habitación del espectador, es inolvidable. Sacarle una vez más el jugo a la historia, ahora con Noroi Tsuruta como director, actualizada con la introducción de una novela web cuya lectura multiplica muertos y nuevos capítulos que incorporan esas pérdidas. Y también el fantasma. Seguramente los seguidores de la saga le den una oportunidad.
Otra producción mas presentada como perteneciente al genero de terror, que produce menos miedo que “Heidi”, pero eso no es lo grave. Lo peor es que cae en todos los clises habidos y por haber de ese genero que dice adscribir y al que nunca llega. Es todo tan previsible que hasta el hecho de verla doblada al español queda en segundo o tercer lugar. De que va la historia? El capitulo final de una novela de Internet, subida años después de su momento de éxito, está provocando que sus lectores mueran uno por uno. Nuo, un estudiante universitario, tiene ciertas alucinaciones, en ellos visualiza imágenes horribles, de cuerpos de personas muertas como copias exactas de lo que se describe en ese capitulo de la novela. Hace unos años atrás, apareció un filme en el que todo se jugaba desde un video, quienes lo miraban, morían. Ahora, es mas o menos lo mismo pero con lectura de internet. Es todo tan de manual, que hasta la pregunta sobre personajes muy secundarios tienen la respuesta establecida de por anticipación en el filme. Calificación: Regular
El aro: resurrección De manera paradójica, el mundo proclama a gritos la muerte de las categorías, pero éstas no sólo no dejan de existir sino que se multiplican exponencialmente. Este es un tema que, una y otra vez, se presenta. Parece que las categorías más que desaparecer, resucitan una y otra vez, aún cuando académicos y neófitos presurosos declaman su muerte, o las usan a discreción. Quizás lo que cambió es que antes se debía usar un grupo determinado, y hoy se usan las que más le guste al autor, al lector o al teórico: film noir, film feminista noir, film subjetivo noir psicológico feminista, etc. Así se pueden ir agregando categorías hasta el infinito, hasta volver a lo que es sólo un film, pero ya no es un film, sino un objeto audiovisual. Pero, ¿qué es un objeto audiovisual?. Ahora vamos a hablar de un film japonés que, tiene bastante aspecto koreano. Como verán ya introdujimos dos o tres categorías, sin quererlo incluso,: la idea de fluidez, cosa que ni a los japoneses tradicionalistas ni a los koreanos que se autodenominan inventores de K-pop les gusta mucho, pero para los ojos redondos, tienen muchos rasgos en común. Probablemente la pujante fuerza de la producción koreana hace que ciertos rasgos migren de un lado al otro. El filme EL ARO: RESURRECCIÓN (THE PERILOUS INTERNET RING) de Norio Tsuruta (Norio Tsuruta (鶴田 法男, Tsuruta Norio, 1960, Tokyo, Japón) basado en el cuento homónimo de Koji Suzuki; pertenece a su vez una antología de su obra llamada “Dark Water” (novela)[1]. La adaptación cinematográfica del cuento es el conocido Ringu por Hideo Nakata, el filme más taquillero de la historia del cine (de terror) japonés, convertido en un auténtico fenómeno de masas, con varias secuelas, libros, mangas, series televisivas y videojuegos[2]. Suene extraño o no, Suzuki, que no es ninguno de los filósofos Suzuki, como tampoco la fábrica de motos y vehículos y otra infinidad de cosas, tiene una Maestría en Educación Infantil[3] De la misma manera que todo “manual del docente positivista”, coincide que el conocimiento de un alumno en un examen es completamente ajeno al conocimiento subjetivo sobre la persona, cualquier trabajo, sea éste ensayo, paper o arte, debiera seguir esos mismos preceptos. Pero cómo usamos las categorías o las dejamos de usar al gusto de cada uno, en este caso también usamos discrecionalmente esos datos. Esto lo digo porque el autor del libro, Suzuki, en el que está basado la franquicia completa es un personaje que en muchos puntos es una mezcla de Stephen King y Kenzaburo Oé; en principio es un escritor que experimenta con vivencias extremas, cría un hijo, profesor de literatura francesa y narrador oral de cuentos de terror[4] Si su primer éxito de taquilla fue con Ringu (リング, Kanzen-ban , Chisui Takigawa, Japón) (Ringu, リング, Hideo Nakata, Japon, 1998) y Ringu 2 ,(1999), del mismo autor de Rasen らせん, Jôji Iida, Japón, 1998), en la misma línea se filmó The Ring Virus (Kim Dong-bin, Korea 1999) el nombre del director así lo indica, también Ringu: Saishûshô (tele- serie de doce episodios 1999) como Ringu 0: Birthday (Norio Tsuruta, Japón, 2000), este último, parece querer arreglar de un modo amable la historia aunque para ello borre con el codo, toda metafísica en aras de una supuesta carta de principios. Mi aproximación fue completamente inversa a la historia de la franquicia y, si no me equivoco, en Argentina para el público no especializado, el éxito en salas fue a partir de El aro (The Ring, Gore Verbinski, EEUU, 2002); para el 2005 cuando Hideo Nakata filma El aro 2, ya estaba instalado el tema. En lo personal, (después hablaremos de otras cuestiones), me gusta el cine de Verbinski, y creo que hizo una gran adaptación al convertir el cuento de espectros japonés en una renovación del cuento gótico (otra categoría, post-categórica) del mismo modo que hizo con el cine de piratas. El film de Takigawa, por otra parte, se remite a la tradición japonesa con la idea de “un ser salido del océano”. Lo interesante del momento que dos buenas películas, del mismo libro conseguían dos objetos distintos, cada uno haciendo referencia a sus propias culturas. La idea de una crítica a las nuevas tecnologías sobrevolaba las dos historias, pero Cronenberg ya había hecho lo suyo, así que el problema pasó sin mayor atención. El cabello. El cabello o pelo es, en todas las culturas, un motivo que tiene componentes rituales, sagrados y religiosos, incluso hay alguna que otra fobia al cabello, como la caetofobia; la imagen del muerto al que le siguen creciendo las uñas y el cabello tiene su componente horroroso, por qué no tabú; incluso, la pérdida corporal del pelo, junto con la posición de la vagina en las mujeres, son señales del posible carácter neoténico del ser humano, o sea que el vello y pelo, en su pulsión de crecimiento o caída, nos une a la realidad biológica, a la naturaleza misma. El cabello en diferentes culturas también está vinculado a la fuerza, a la juventud, y principalmente a la sexualidad, o sea como diría Bataille: el erotismo siempre se entrelaza indefectiblemente con la muerte, muerte y erotismo son una misma cosa. Las monjas se debían rasurar el pelo, cosa que muchas órdenes mantienen, tanto como bañarse con un bañador y sin espejo, los adolescentes suelen ocultar con el pelo su rostro, sean mujeres u hombres o elles. Hoy en día el implante de pelo en hombres, (lo e visto en mujeres también), rasurarse la vagina o el pene es parte tanto de ritos como de modas. Los Sikhs no se cortan el pelo, siguiendo antiguas tradiciones que se remontan a los aqueos, Gilgamesh está bien documentado, usaba la barba trenzada, la moda no dice que Odín también, sabemos que el cabello púbico también se trenzaba. Los teratomas suelen tener pelos, cosa que le da un aspecto de lo más repulsivo. Hay que tener en cuenta el origen japonés de la historia, con lo cual hay que tener sumo cuidado con el análisis. Lo que nosotros llamaríamos dibujos eróticos, en Japón se dan en llamar “imágenes de primavera”. El más antiguo, datado en 1660, de un “maestro Kobun” está vinculado a una tradición que todavía hoy sobrevive y que es incomprensible para el occidental, hace 2600 años aproximadamente educado en los ideales del amor en los diversos sentidos que se le fue dando a Platón y en la concepción de la sexualidad que si no está reservada sólo para el amor es siempre pecaminosa. El amor en Occidente es la puerta que abre al sexo, en Japón no, por eso en Occidente existe la figura del amante. Una cosa que es curiosa es que desde el Maestro Kobun hasta los más recientes dibujos de Utagawa Kuniyoshi, que trabajó alrededor de los años 1830, el pelo siempre está, incluso en los momentos de mayor goce sexual, prolijamente arreglado, una arreglo que sería ridículo para una descripción occidental de sexo desenfrenado, a menos que la mujer tenga extensiones y no se dejara tocar el pelo, ¿Qué hay más erótico que la pintura de “Ophelia” de Sir John Millais? Como contraparte, el sexo en Occidente también siempre estuvo vinculado a cierto desenfreno báquico o fáunico, en fin dionisíaco, que parecen no conocer los japoneses, con lo cual, la idea del pelo desordenado y flotante en estos film debe ser mucho más repulsivo para la conducta japonesa de lo que podemos imaginar, la repulsión en Japón tiene otros límites, las diversas hambrunas producto de las guerras “feudales”, y las bombas atómicas pusieron varas muy altas. Por otro lado es sabido que todavía en los concursos de fotografía en Japón está prohibido mostrar o insinuar genitales, a costa de ser rotas las fotos en la propia aduana. Las bases de cualquier concurso Nikon lo pueden demostrar. En este sentido debe ser leída la fotografía de Araki: en Japón la sexualidad es algo completamente distinto que en Occidente. Por otra parte, en el texto de Heidegger “En un diálogo hacia el habla, entre un japonés y un inquiridor”, (el Conde Shuzo Kuki y Heidegger) (ojo que en la cátedra de metafísica de la UNT que aparece en línea, está mal traducido como inquisidor[5]), queda claro en ese diálogo que las categorías de bien, belleza y lógica, son completamente otras. Esto es importante para pensar los límites y representaciones de aquello que llamamos horror. La Estética justamente plantea y se pregunta por esos límites, junto a todo el cuerpo filosófico al que pertenece. Es informativa esta nota: “Una historia real de un hombre japonés que mató y se comió a una amiga suya motivó a la realización de un documental titulado “Caníbal”, que cuenta la increíble vida del empresario millonario que en 1981 sólo fue condenado a dos años de prisión por el crimen y hoy, a sus 69 años, pasa sus días en Tokio junto a su hermano. Issei Sagawa estaba obsesionado desde chico con las mujeres pero lo que ninguna pudo imaginar es que el hombre terminaría asesinando, abusando, comiendo y descuartizando a una joven de 25 años que le daba clases de alemán. A pesar del atroz crimen en París, la Justicia sólo le dio una condena de dos años de prisión y luego fue extraditado a Japón, donde por una supuesta falta de pruebas, fue absuelto. Y fue recibido como una estrella y uno de los primeros casos registrados de canibalismo que derivaría en historias, reportajes, y hasta un documental” [6] Es claro que cuando Kuki y Heidegger hablan de los conceptos de estética y arte, lo que están diciendo nó sólo que las dos culturas difieren en lo que entienden por belleza sino también por horror. O sea aquello que diríamos que es lo que no se puede ver, no está fuera de toda representación. ¿En qué consistirá lo insoportable para un japonés? La crueldad, la violencia, las representaciones y son construcciones culturales, en Japón además tienen agregado el problema que la introducción de la moral cristiana y sus derivados éticos es relativamente tardía. Maggie Childs dice que fue en la Era Meiji (1865) la ola modernizadora que recorrió Japón cubrió con un manto de silencio “la abierta y desenfadada aceptación de la homosexualidad” La historia de la homosexualidad parece estar fechada con un héroe cultural: Kobo Daichi (774–835) fundador de la secta budista shingón, es de creencia popular que el es el inventor de la homosexualidad. También en poemas del periodo Heian. En el período Muromachi (1336–1568) existen lo que se llama chigo monogatori, o cuentos de muchachitos, “la trama básica” dice también Childs: “el encuentro cortejo y fusión amorosa ocurrido entre un sacerdote y un jovencito de aproximadamente unos 15 años” probablemente, ahí se centre la fascinación de algún que otro actor por el Budismo y la aversión de los comunistas chinos al mismo. Es durante el S XV y XVI que jesuitas portugueses viajaron al Japón. Juan Fernández (1526–1567) escribe: “ dicen que cometer actos de sodomía en un niño no les causa a él (se refiere al menor descrédito ni a sus parientes el menor deshonor, ya que no tiene virginidad que perder, y dado que en todo caso la sodomía no es pecado). Dice también Childs , citando Paul Valéry y George De Vos, que “la propia relación Samurai ayudaba a estimular la práctica homosexual”. Esto quiere decir que la figura monstruosa de la mujer que sale de un elemento tecnológico de puro invento japonés, no es solamente una cuestión menor, si se observa bien los films, todos ellos no tienen nada que ver con lo que podría pasar en scream, o cualquier film de horror preuniversitario. Si se tiene en cuenta todo esto, se tiene algunas respuestas sobre el film cuyo valor cinematográfico es más bien pobre, de montaje efectista y fórmulas ya probadas, el tema que da pié a toda la confusión es un padre despechado por el suicidio de la hija, que “en un estado de confusión” llevado por una novela en línea, declara su amor a otra mujer, la cual la desprecia, trayendo el caos terrorífico. Como podemos observar, el film quiere tener una consigna didáctica, pero es curioso que un medio hable mal de otro medio o lo promueva, o sea que en internet se diga que hay que leer libros suena a oxímoron. Por otra parte es evidente que el problema de la homosexuaildad, no está resuelto, el fim se trata de eso, y ese problema tiene un sustrato diferente al occidental por eso pasa desapercibido. Finalmente la imagen del cabello saliendo de la boca, como efecto repulsivo o que intenta producir repulsión, tiene también connotados sexuales, como vimos el pelo, su laboriosa manipulación, incluso hoy en día las depilaciones completas, garantizan sexo sin pelo alguno, todos sabemos que es embarazoso y quedar con un cabello entre los dientes. El film es para adolescentes, su reiteración y de iconografías manidas, parece sostener que el sexo, tanto heterosexual como homosexual, es causa de muertes y espectros desdeñosos. Más que alertar sobre los media, alerta sobre las relaciones, los amigos no son tan amigos, el amor no es lo que parece, hay que estudiar y ser austero en la vida, porque todo lo otro conduce a la muerte. Si la primer historia, tenía sentido en un contexto de un espíritu oceánico, más allegado a los mitos, acá su postura de apariencia didáctica hace naufragar y convertir la historia en fórmulas, tanto sobre la fluidez del tiempo y el espacio como la diferencia entre la realidad y la fantasías. Para finalizar, el autor y el director, al introducir el factor de explicación real, destruyen la historia de terror, si lo hacen adrede o por agotamiento, no lo puedo saber, pero finalmente es como los dibujos de Scooby Doo que rompen el verdadero cuento de terror que está alojado en nuestras represiones y traumas, y pugna por hacerse presente, por emerger, algunas veces en los sueños, otra en actos fallidos y repeticiones. Cuando lo hace a través del arte tenemos ganancia, sino es pura pérdida. Como intenté mostrar, en el film de terror oriental se suman elementos silenciados de la cultura japonesa en este caso, Oriental en general. Quizás el atractivo de estos objetos para nosotros, los occidentales, que atravesamos la cultura griega y judeo cristiana, es que todavía tienen la capacidad de tocar elementos que tapamos bajo miles de llaves. El siglo XIX dejó escapar algunas y cada tanto se cuelan otras, la mayoría las domesticamos; las re elaboramos las asimilamos bajo otras formas y otros nombres, las desplazamos; pero la masividad y crudeza, incluso ingenuidad pre psicoanalítica con que aparecen en la literatura y cinematografía tanto Hindú como del Cercano y Lejano Oriente es quizás, lo que la hace tan atractiva. Se estrena en salas el 30 de diciembre. [1] https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Noroi_Tsuruta&oldid=138777908. [2] https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=K%C5%8Dji_Suzuki&oldid=132389145 [3] https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=K%C5%8Dji_Suzuki&oldid=132389145 [4] https://letraslibres.com/ [5] https//metafisicaunt.blogspot.com [6] https://www.perfil.com/noticias/politic