Mirada artística a maestro del kung fu
Antes de dedicarse de lleno al más snob cine de "qualité pensado casi exclusivamente para el circuito de festivales de Occidente, Wong Kar-wai se destacó en la industria del cine de Hong Kong por darle genuinos matices autorales a films de género como los policiales negros "Days of Being Wild" y "As Tears Go By" o la épica de espadichines y artes marciales "Cenizas del tiempo" ("Ashes of time/Dung che saiduk"). En aquellos días Wong Kar-wai se preocupaba por la coherencia argumental y dramática, y no dependía tanto de la fotografía formidable de su eterno co-equiper australiano Christopher Doyle.
Luego, ya convertido en el astro del cine de arte, la veta encontrada por este director consistió siempre en acentuar todo en el snobismo y los toques personales, dado que aparentemente de eso dependía su estrellato. Con "El arte de la guerra" el director chino favorito de quienes jamás verían un buen film chino da un paso en la dirección correcta, centrándose en la historia del maestro de kung fu que unificó dos vertientes distintas de las artes marciales, perfeccionándolas al punto de convertirse en el verdadero maestro del mismísimo Bruce Lee.
"El arte de la guerra" tiene la capacidad de aburrir tanto a los dispuestos a soportar algo parecido a "Con ánimo de amar" como a aquellos que crean que en manos de Wong Kar-wai una historia verídica sobre la génesis del kung fu podria parecerse a "El tigre y el dragón". Como dijo Truffaut, "algunas películas son aburidas, incluyendo las mejores", y la verdad es que "El arte de la guerra" no tiene una sola imagen que baje de lo formidable (esto a pesar de que el director ya no cuenta con la fotografía de Doyle, suplantado por Philippe Le Sourd, el francés descubierto por Ridley Scott en "Un buen año").
Tony Leung sabe a la perfección cómo afinar las delirantes ideas de puesta en escena del director que lo dirigió en "Happy Together". Justamente, durante aquel rodaje en la Argentina se supone que Kar-wai concibió este proyecto, que curiosamente en algunos momentos perturba por la presencia de violines semitangueros inadecuados para un relato ambientado en la China de mediados del siglo pasado.
Los detalles rigurosos sobre kung fu insisten en la importancia de las "64 manos", y los momentos snob, con los personajes hablando sin mirarse, pueden ser insoportables o graciosos según el ánimo de cada espectador. Lo que no cabe duda es que cada explosión de kung fu incluyendo una antológica escena amorosa- quita el aliento.