Los malos duermen bien
En china el cine parece atravesado por dos grandes tendencias. Aquella inclinada al cine de explotación de artes marciales y aquella reservada con propósitos de exploración artística. A veces trazan estrictos márgenes entre sí, a veces sus máximos expositores se declaran en guerra con las inclinaciones paralelas, pero llega también el momento en donde la fusión emerge y desvía toda la atención hacia ella. Como pasó con Héroe (Ying Xiong, 2002), Zatoichi (2003) o El Tigre y el dragón (Wo Hu Cang Long, 2000), para citar algunos ejemplos recientes y aclamados.
El arte de la guerra (Yi Dai Zong Shi, 2013), aunque no alcanza ni por casualidad la consagración estética o espectacularidad narrativa de las anteriores, constituye un esfuerzo más que digno. La mente detrás del producto, el admirable Wong Kar Wai, capturó el elemento poético de la batalla en coreografías minuciosas y, en la mayoría de los casos, desprovisto del elemento sobrenatural que muchos otros utilizan como alimento visual.
La historia de El arte de la guerra es la historia del periplo personal de Ip Man (Tony Leung Chiu Wai), un maestro de artes marciales que aspiró a unificar China en tiempos de invasión japonesa y que sostenía que la clave para la superación física consistía en la dominación precisa de sólo tres técnicas de lucha. También, de manera secundaria, se narra los orígenes de quien décadas después se convertiría en el mentor de la figura más grande y popular en la historia del Wing Chun y todas las expresiones de combate asiáticas, Bruce Lee.
La película se empeña en reflejar, además de los conflictos y dinámica interna del círculo de artes marciales en una China desgarrada por una sucesión de guerras de distinto tipo y magnitud, los horrores, las carencias y la mutilación cultural y ética que sufren los pueblos en el núcleo de un enfrentamiento bélico con su nación vecina.
El guión es sólido con breves instancias de una agudeza superior. Lo que pasa es lo que suele suceder en películas de este tipo. Los intercambios verbales se conceptualizan mucho, hasta adquirir la gracia, vehemencia y fluidez de sus secuencias de acción. No por nada el título seleccionado en la casa central del doblaje latino, ahora mucho menos arbitrario que en otras oportunidades, hace referencia a la monumental biblia de la estrategia militar escrita por Sun Tzu. Los diálogos entre los personajes son únicamente idas y vueltas de máximas y refranes de bajo vuelo que, por algún motivo extraviado en el sinuoso páramo de la metalingüística, funciona a la perfección.
Buenas actuaciones. Gran visión y conducción de una mente talentosa del cine asiático. Buena trama también. Cautivante. Con el absorbente fantasma del producto de exportación más grande en la historia de China, Bruce Lee. Y con el segundo producto de exportación más grande: Ziyi Zhang.