Hachazos contra el patriarcado
Desde mitad del Siglo XX, la historia verídica de Lizzie Borden ha experimentado diversas representaciones en los formatos más inesperados: desde la literatura, la televisión y el cine, hasta el teatro musical y el ballet. La infame mujer se volvió un mito a lo 42 años, cuando fue acusada –y absuelta- de asesinar con un hacha a su padre, un rico terrateniente, y su madrastra en Massachusetts, en el año 1892. El asesinato de la familia Borden (Lizzie, 2018) trae el caso de vuelta a la pantalla grande, poniendo el acento en las relaciones intrafamiliares y la fragilidad mental de la propia Lizzie Borden.
Chloë Sevigny (Los muchachos no lloran, 1999) interpreta a la atormentada mujer, en un proyecto que tomó de forma muy personal, poniéndole el hombro durante muchos años. Kristen Stewart, de marcada popularidad gracias a la saga Crepúsculo y Personal Shopper (2016), interpreta a la criada que vive en casa de la familia Borden, con quien Lizzie comienza una relación demasiado cercana para lo estándares de la mentalidad conservadora del Siglo XIX. Esta relación y los infames asesinatos se vuelven el corazón de un relato no lineal, que hace de la fragmentación un recurso sumamente efectivo para mantener a los espectadores en suspenso, incluso cuando más de uno podría ya conocer la historia.
Es la primera vez que se cargan las tintas sobre una relación íntima entre Lizzie y la criada de la familia, dicho vínculo desarrollado por el guionista Bryce Kass como una de las tantas formas de ejemplificar cómo la sociedad patriarcal de aquel entonces minimizaba o directamente anulaba el rol de las mujeres tanto en el orden público como privado. Chloë Sevigny se luce dando vida a una mujer tal vez adelantada para el conservadurismo de la época, que no estaba dispuesta a dejarse llevar por delante, cueste lo que cueste. Kristen Stewart prueba ser un complemento acertado, y sigue dando señales de ser una actriz que aprendió a elegir muy bien sus roles, conforme se fue alejando del costado más banal de la industria.
Todo transcurre dentro del hogar familiar, y la sensación de encierro experimentada por las protagonistas es palpable escena tras escena. El clima pesado se vuelve ominoso conforme pasamos de una secuencia a la siguiente, anticipando una tragedia anunciada cuya información nos es proporcionada a cuentagotas.
Narrando una historia conocida de un ángulo renovado, El asesinato de la familia Borden nos mete de lleno en lo más íntimo de un relato que no necesita de golpes bajos ni momentos shockeantes para generar intriga en torno a un hecho que, 126 años después, parece seguir dejando tela para cortar.