El Bar comienza como un thriller, que no da demasiadas explicaciones, y termina como un regreso a sus orígenes en lo que a climas de terror y de comedia negra se refiere.
Personajes de diferentes clases sociales y heterogéneos, desayunan en un bar madrileño, pero uno de ellos, recibe un disparo al salir del lugar. El resto, queda atrapado y a merced de un afuera peligroso y caótico en el que se suceden más muertes. La lucha por la supervivencia y la aparición de la faceta más visceral del ser humano está por aflorar en este relato que aprovecha muy bien la claustrofobia para generar suspenso y desesperación, con la ambición de todos a flor de piel para poder salvarse.
Jaime Ordoñez en el papel del vagabundo loco que cita pasajes de la Biblia, Israel, es uno de los hallazgos de esta historia que termina en túneles subterráneos y sabe incomodar al público -la escena en la que el cuerpo de Israel queda atrapado en una alcantarilla-, al que se suman la dueña del bar -Terele Pávez-; su simpático mesero -Secun de la Rosa-; una joven seductora -Blanca Suárez-; un hipster -Mario Casas-; una ludópata -Carmen Machi- y un ex policía -Joaquín Climent-. Y además, claro, un viajante de comercio encarnado por Alejandro Awada.
En este film coral los personajes se lanzan tras la búsqueda de la cura ante un virus amenazante, y la película queda inmediatamente emparentada con La comunidad -allí una valija de dinero era el objetivo de un grupo de vecinos- y también con REC -un exterior amenazante y un edificio aún más terrorífico-, por citar sólo algunas.
El Bar abre las puertas a un café amargo que sirve como antesala del mismísimo infierno, entre vaselina y sangre, convirtiéndose en un contundente entretenimiento, aún con sus errores de continuidad -el personaje de Carmen Machi se quema y las vendas de sus manos luego desaparecen misteriosamente- pero con una enérgica puesta en escena que coloca la violencia en primer plano.