Una denuncia documentada y ficcionalizada
“Blanco sale, negro adentro” es lo que plantea el título en portugués, una consigna que remite a la forma en que eran detenidos quienes frecuentaban clubes clandestinos de música en los ochentas en los suburbios de Brasilia. Por supuesto, en verdad la película de Adirley Queirós no está remitiendo específicamente a un club nocturno en particular, sino que está denunciando un apartheid social desde personajes que sufrieron en su cuerpo las consecuencias de esta persecución.
De todos modos, el film no transita un lineamiento convencional, sino que se va a los márgenes entre el documental y la ficción para dar lugar a un raro híbrido que va de los testimoniales frente a cámara hasta la ciencia ficción, con personajes que están en una búsqueda desesperada por sobrellevar sus vidas deshechas, apelando al formato coral. Entre la maleza de datos que van de la realidad a la ficción, el director se permite la sutil ironía de inventar un pasaporte para poder pasar a Brasilia desde la periferia que rodea la ciudad
Más allá de que a El blanco afuera, el negro adentro le pueden sobrar minutos y por momentos tornarse algo densa, su carismático protagonista y lo osado de la propuesta que, a pesar de jugar con los márgenes de la realidad puede exponer su mensaje claramente, la hacen una propuesta totalmente atendible.