Luego de Rompecabezas, el excelente film de Smirnoff era esperable algo a su altura, algo que los directores no siempre logran, y que con el caso de El Cerrajero sólo hace que se confirme su talento para contar historias. Y lo hace desde la lenta pero precisa evolución interior de sus personajes, aunque esta afirmación pueda resultar redundante.
Sebastián es un cerrajero de 30 y pico de años, que no cree en las relaciones duraderas, ni convencionales y que su pasión es construir cajas de música con elementos viejos, que se ocupa de restaurar.
Mónica sale con Sebastián, y acaba de descubrir que está embarazada, y no puede tomar una decisión inmediata.
En el contexto de la contaminación que generó la ceniza en la atmósfera de Buenos Aires, y que tanto perjudicó a nuestro sur, Sebastián…ocurre que cada vez que abre una puerta tiene una percepción inmediata de parte de la realidad -siempre oculta, o latente- de los habitantes de esa vivienda. Por lo que dice dos o tres frases, que los desnudan en su intimidad.
Este “don” hace que Smirnoff incursione en lo fantástico de un modo muy personal, lo que es un riesgo que asume satisfactoriamente. Los amigos y la familia ocupan un lugar importante en la vida de Sebastián, a la que se suma una joven peruana de 19 años, que lleva por una cuestión de solidaridad a vivir un tiempo con él, con la cual establece una relación casi paternal. Y ese ida y vuelta que se produce entre ambos, da lugar a que él deje de ver como un castigo, aquello que se supone es un don. Un don que le va a permitir descubrirse a sí mismo, y en todo caso abrir la puerta de su propio corazón para averiguar que es lo que realmente quiere para su vida, en todos los sentidos.
Smirnoff ya había abordado tangencialmente en su ópera prima la temática de la maternidad, en relación a lo que se supone debe o no hacer una mujer cuando descubre qué es lo que la apasiona.
Acá el descubrimiento es en todo caso de una pareja, que no tiene claro que hacer frente a la posibilidad de ser padres. Pero siempre en los dos casos el crecimiento surge de una crisis, que de hecho en esos momentos la vida posee una intensidad, muy especial, que no es precisamente la insoportable levedad del ser.
Un muy buen film, que se justificaría verlo únicamente por su última escena, porque realmente logra emocionar mucho al espectador, aunque el film claramente es eso y mucho más. Si creo que el recuerdo de la interpretación de Erica Rivas en esa escena será memorable.