Segundo film de Natalia Smirnoff directora de Rompecabezas, con una larga trayectoria como asistente de dirección, El Cerrajero toma fuentes de variadas para lograr en el acabado un film diferente, ubicado en el medio de varios frentes.
Ya no podemos hablar de Nuevo Cine Argentino, esa vertiente evolucionó y en gran parte decantó en algo más exacto como un Cine Independiente, que escapa a las estructuras básicas de narración para buscar sus propias formas y contenidos. Un grupo de cineastas que tienen mucho para contar y lo hacen a su manera.
Si en Rompecabezas Smirnoff ya había dado muestras de una capacidad para crear mundos intimistas que explotan hacia el afuera, personajes que tienen la necesidad de romper el cascarón, con El cerrajero vuelve a confirmar la misma tendencia expandiendo su universo.
Sebastián es un joven empleado en una cerrajería, que como tantos jóvenes que grafica nuestro cine, vive despreocupado, se junta con sus amigos en su lugar de trabajo, pasa el rato, y no tiene nada que lo ate.
¿Drama fantástico? La historia transcurre en 2008, en unos extraños días en que la ciudad se vio envuelta en un humo permanente, pesado, o cenizas. Este hecho, inexplicable, hará ¿o no? Que Sebastián, de ahora en más, cuando abra una cerradura descubra oscuros secretos posesión de sus dueños, y como si fuese poco, tenga la necesidad de divulgarlos.
Claro, hay otro factor influyente, aparece Mónica, su novia más reciente, y le arroja una bomba, está embarazada. También será a partir de ahí que nuestro protagonista comience a ver las historias ocultas ajenas.
La metáfora está a la orden el día, hay mucho de exposición gráfica, y un doble sentido algo subrayado. Sebastián necesita exorcizar, cambiar, mostrar qué es lo que sucede consigo mismo y así tomar otra actitud, y el humo, las cerraduras abiertas le servirán como puentes.
Esteban Lamothe es ese joven que los cineastas independientes parecen amar, es uno de esos rostros emblemáticos y reconocibles, su labor es convincente y soporta perfectamente el peso dela película. Algo más desdibujada se ve a Érica Rivas como Mónica que cumple armoniosamente con su interpretación pero en un personaje acotado.
Smirnoff crea un microcosmos en el que se mueven sus personajes y maneja las escenas como títeres.
Pero cierta acumulación de hechos, de sucesos, y la necesidad de encuadrar todo en ese límite entre lo fantástico y lo tangible hace que no todo tenga el mismo espesor. Algunos puntos cierran mejor que otros, y se cae en algunos baches en la narración de los que saldrá perdiendo algo de fuerza.
El cerrajero es un film pequeño pero ambicioso, aún con sus fallas compensa con la mayoría de aciertos y entrega un relato que tiene mucho para decir y lo dice de un modo no convencional, mérito para nada menor.