La cerradura indiscreta
El cerrajero (2014) es un drama que dialoga o al menos coquetea con lo fantástico. La aparición de un elemento fuera de lo común le otorga un giro novedoso a la película. Por momentos convence y por otros cuesta aceptar ese verosímil. Dependerá del espectador entrar en este universo hiperrealista que propone la realizadora Natalia Smirnoff.
La vida de Sebastián (Esteban Lamothe) parece cotidiana y sin grandes altibajos. Se junta con amigos en la cerrajería en la cual trabaja, toman cerveza y hablan de mujeres. Lo que cambiará definitivamente esa rutina es enterarse que Mónica (Erica Rivas), su última novia, está embarazada. A partir de ese momento, cada cerradura que intente abrir, le revelará algún secreto oscuro de su cliente, y no podrá evitar callarlo. Ese “don” perturbará su vida afectando sus relaciones y desestabilizando su manera de concebir la vida.
Este nuevo poder que recibe Sebastián le imprime al film una dosis fantástica que abre la puerta a un nuevo verosímil. Ese don o castigo está allí para dejar al descubierto la verdadera angustia existencial del protagonista y liberar esos secretos lo hace encontrarse con sus propios miedos. Allí reside el principal efecto de este choque de fuerzas. Sin embargo la aparición de estas visiones desencadena efectos inesperados que no se terminan de desarrollar. Si bien esta apuesta por lo fantástico puede resultar novedosa, el film busca principalmente un drama intimista, cuando un hecho de tal índole abre posibilidades dramáticas que superan esa intimidad. Entonces la película se mueve en ese vaivén de opciones que muchas veces no se logran articular.
La película inicia contándole al espectador que los hechos suceden en el año 2008 durante las tres semanas que Buenos Aires estuvo bajo el efecto de un humo extraño. La directora parece establecer entre el humo y la nueva situación de Sebastián una conexión que no resulta clara, pero que, sin duda, estaría actuando para “justificar” lo raro. A pesar de esto, la presencia de ese humo parece más una elección ornamental que dramática y esa puesta en escena pierde un poco el sentido. Por otro lado, el conflicto más importante para el personaje, el que tiene con Mónica, se produce en el limbo de los desencuentros y la imposibilidad amorosa, pero se lo trata más como un cliché que como un verdadero conflicto.
Tal vez en la relación más paternal que encara Sebastián con Daisy, una joven empleada doméstica peruana que trabaja en lo de un cliente, es cuando el film consigue fluidez y encuentra momentos más originales. Ese encuentro entre ellos, tan inesperado y extraño, se conecta más con la nueva situación del personaje y le otorga un poco de ritmo a un film que por momentos pierde al espectador.
Aunque presenta una propuesta diferente quebrando lo realista, El cerrajero posee algunas carencias argumentales que debilitan su novedad y excepcionalidad.